14 octubre 2006

El Lago Titicaca

¡He vivido algo inolvidable! Acabo de llegar del Lago Titicaca y necesito contarlo, jeje. Madrugué el jueves para coger el barco hacia las islas de los Uros. Estas islas son artificiales, flotantes, ya que este pueblo, cansado de recibir ataques, no se le ocurrió mejor idea que refugiarse en las aguas del lago. Y allí viven desde hace siglos. Hablan aymara o quechua, depende de la isla. Las islas son pequeñas, hechas a base de totora, que son juncos. Les dejan secar y van poniendolos en el suelo, bastante a menudo, pues se pudren y se hunden. Las casas también son de juncos, y viven de la pesca y la venta de tejidos. Yo no pude resistirme y compré algún recuerdo.
Cuando vas pisando por las islas parece que tus pies se hunden, pero en realidad parece bastante seguro. La gente es muy amable, y desde hace poco tienen luz eléctrica gracias a placas solares.
Después de visitar dos islas, volví al barco y después de 3 horas, llegué a la isla de Amantaní, una pasada de sitio, apartado del mundo, en medio del Titicaca. El alojamiento es en casas de familias de la isla, y a mi me tocó con una familia joven, compuesta por Valerio y Patricia, un matrimonio muy joven, y sus hijitas; María y Tania, de tan solo 5 meses. Como viajo solo me juntaron con JC ("Yeisi" en idioma pucelano), un estadounidense de 38 años que también viaja solo. El tío muy majete, nos hemos caido muy bien, y hemos hablado mucho.
A la hora de comer Patricia nos sirvió comida tradicional: sopa de quinua con verduras, y papas con huevo cocido, todo muy sencillo pero correcto. Allí estabamos a 4000 metros de altura, y no tienen coca, pero tienen muña, una planta aromática muy buena para combatir el mal de altura y el dolor de cabeza, así que a tomar mates de muña a todas horas. Estaba muy bueno.
Después de comer subimos a lo más alto de la isla, al templo de Pachatata, ya que aquí no son católicos, y tienen religiones tradicionales. Allí arriba me quedé hasta que se hizo de noche, me fuí el último, me sentía genial.
Bajé a cenar con JC, sopa de maíz y arroz con papas y huevo revuelto, aquí no hay mucho donde elegir, y más mate de muña. Después nos esperaba una fiesta tradicional andina, así que nos prestaron un pocho para combatir el frio... unas risas. Las chicas iban mucho más guapas, la verdad. Allí nos tocó bailar, o más bien hacer el indio (nunca mejor dicho, jeje), porque hay que ser andino para saber moverse al ritmo de la zampoña y las quenas y demás instrumentos.
Después de esto nos fuimos a descansar. Para ponerse en situación, tengo que decir que es un pueblo sin agua ni luz, ni calles, ni caminos, ni coches, por supuesto. La cena a la luz de una vela, andar por la "calle" con linternas, y todo así, una gozada. Hay gente que estaba incómoda, pero es que son la leche, si ya saben donde van. Si quieren lujos que se vayan al mejos 5 estrellas.
Por la mañana amanece muy pronto, antes de las 5, y es una gozada mirar por la ventana y ver el Titicaca, enorme.
Desayunamos pan serrano con huevo y mate de muña, y nos despedimos de la familia. Les dejé unas galletas y algo de dinero, y cogimos el barco hacia Taquile, a una hora de allí, pero diferente, con turismo, restaurantes, etc... Estaba bien, pero después de los vivido en Amantaní, no se puede comparar.
Allí pasamos unas horas antes de partir para Puno, otras 3 horas y pico de barco. Si estoy montando en todo. Hay por aqui unos bicitaxi que todavia me faltan, pero tiempo al tiempo... jeje.
Esta experiencia para mi va a ser inolvidable, ya no solo por lo vivido en las islas, sino porque he conocido mucha gente maja, unas mujeres españolas, el americano J.C., la croata Alenka, Dieck y Anika de Alemania... de todo el mundo había gente. Estoy muy satisfecho en ese aspecto, pues al viajar solo me obliga de alguna manera a aparcar la timidez y hablar y conocer gente, y es muy interesante, se aprende muchísimo.

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