31 enero 2011

Santa Cruz de la Sierra

Fueron 16 horas de viaje para llegar hasta aquí, 13 de ellas por "carreteras" sin asfaltar, más bien caminos polvorientos y pedregales. Por lo que vi en el trayecto, se está haciendo una fuerte inversión en mejorar esta rura, construyendo puentes y otras obras importantes. Seguro que en unos años esta ruta será mucho más cómoda.
Siempre libres cruceños seamos
Plaza 24 de Septiembre
Lo cierto es que el viaje fue duro, y apenas pude dormir con tanto bache y ruido. Llegué a Santa Cruz el jueves por la mañana, muy cansado, así que me tomé el día de relax. Busqué un hostal decente y me pasé el día en la cama viendo la tele y conectado a internet.

Tengo que decir que encontré la ciudad conmocionada por un suceso catastrófico. Un edificio se había caido unos días antes, atrapando gente en su interior. En principio se intentó un rescate de posibles supervivientes, pero no había medios, pues era un edificio de hormigón. Llegó ayuda extranjera de varios paises, entre los que NO se encontraba España, y se iniciaron labores de rescate, aunque no se ha salvado nadie por el momento. Así que la ciudad estaba triste, se han cortado varias calles, y se han suspendido algunos festejos programados por el carnaval.
Interior catedralicio
Interior de la Catedral
Vine a Santa Cruz a colaborar con una ONG con la que había contactado en España. El jueves hice varias llamadas pero me fue imposible hablar con nadie, así que lo dejé para el viernes. Al fin, después de algún mal entendido, pude encontrarme con una persona de la organización que tampoco me solucionó mis dudas. Era viernes, llegaba el fin de semana, y hasta el lunes tenía que buscarme la vida y esperar a que el "jefe" hablase conmigo.
Gobierno Municipal
Gobierno Municipal
Y así lo hice. Me tomé unos días de descanso después de tan agitado viaje. Por desgracia Santa Cruz no me llama mucho la atención por nada en particular, simplemente vine aquí por el tema de la ayuda humanitaria. Es una ciudad industrial, prácticamente el motor económico del país, y por tanto, donde se ven las mayores desigualdades sociales también. Hay gente rica, y gente muy pobre. He visto tres Hummer en la calle en menos de 15 minutos, y también mendigos e indigentes en muy malas condiciones.

Hace muchísimo calor, muy pegajoso, y me he pasado 4 días sudando muchísimo e hidratándome continuamente, pero se lleva bastante bien. Por lo demás no hay mucho que ver. Quizás he venido en un mal momento también por el tema del edificio derrumbado. Se que en España ni se conoce, pero aquí es la noticia que abre los telediarios y la portada de los periódicos. Van 13 muertos, y hay desaparecidos todavía.
Catedral nocturna
Catedral de Santa Cruz de la Sierra
El fin de semana ha sido muy tranquilo, solo alterado por un partido de futbol y esperando noticias del rescate. Parece que los domingos el centro se paraliza. Apenas hay gente por las calles, pues la gente aprovecha para ir fuera de la ciudad a algún balneario a refrescarse.

Hoy lunes se acababan mis vacaciones. Contacté con la ONG, primero con la mujer con la que hablé el viernes, pero estaba muy ocupada y no me dió buenas explicaciones. Hice otras llamadas, y de ninguna recibí respuesta, así que llegado este punto, creo que cuando no hay mucho interés por alguna de las partes, eso se nota, y yo lo he notado. Es más, estoy hasta los huevos de esperar y de ir detrás como un gilipollas, así que lo siento mucho, me he enfadado, y no voy a continuar insistiendo.

Ahora tengo que decidir qué hacer. He escrito algunos correos a ONGs que trabajan en Bolivia. Si alguien que lee este blog tiene información que me pueda ser útil, le agradecería que escribiera un comentario con datos o detalles. Por el momento voy a buscar algo que ver en los alrededores de Santa Cruz, seguramente alguna misión jesuita que hay en la región de Chiquitos, que son Patrimonio de la Humanidad, y me parecen muy interesantes.

Siento escribir una entrada tan pobre, pero estos días he sido muy vago, y no he hecho nada que pueda resultar interesante.

26 enero 2011

Sucre, la ciudad blanca.

Quizás su nombre no resulte tan familiar como el de otras  importantes ciudades latinoamericanas, pero Sucre ha jugado un papel muy destacado en la historia, primero en época colonial, y más tarde con la independencia. De hecho, en Sucre comenzó el alzamiento contra los españoles. Fue el primer lugar de toda Sudamérica en donde hubo una unión y una organización para reclamar la ansiada independencia: el Primer Grito Libertario de América.

También se la conoce como la ciudad de los cuatro nombres: Chuquisaca, La Plata, Charcas y finalmente Sucre. El arzobispado de La Plata llegó a controlar un territorio muy extenso, desde La Paz hasta Buenos Aires.
La unión es la fuerza
La unión es la fuerza
Hoy en día, Sucre ha perdido importancia política como capital, en favor de La Paz, pero sigue siendo la capital judicial de Bolivia, y aquí se encuentra el Tribunal Constitucional. Una genial historiadora que trabaja en el museo "Casa de la Libertad" explicaba, de forma muy diplomática, cómo se puede tener contentos a todos los bolivianos: "La Paz es la capital del gobierno, Sucre la capital histórica, y Santa Cruz la capital económica".

Calles de Sucre
Calles de Sucre

Dejando un poco la historia, llegué a Sucre en bus, en contra de mi voluntad. Los trenes no podían circular por culpa de las fuertes lluvias de los últimos días, que dejaron las vías en mal estado. La ciudad me recibió con sol y buen tiempo, así que salí a dar un paseo.
Calle y cielo
La Ciudad Blanca
Era día 22 de Enero, primer aniversario del Estado Plurinacional de Bolivia, como decidió llamar el gobierno de Evo Morales a la antigua República de Bolivia. Día festivo, y por tanto, de museos y negocios cerrados. La ciudad estaba muy tranquila, y sus bellos edificios blancos me sorpredieron gratamente.
Torre de la Catedral
Catedral de Sucre
A pesar de las fechas, en sus calles ya comienza a celebrarse el Carnaval, con bandas de música y gente bailando. En todo el país es una celebración muy importante y tradicional. Los mineros de Potosí me decían que era el único momento del año en que permiten el ingreso de mujeres a la mina, para hacer una ofrenda, y ya que están allí, limpiar un poquito... Bolivia es así...

También noté rapidamente que me encontraba en una capital, con calles y edificios señoriales, gente muy bien vestida, limpieza, orden, organización... muy buenas impresiones. Por algo es Patrimonio de la Humanidad.
Iglesia de Santa Mónica
Iglesia de Santa Mónica
Al día siguiente, domingo, cambie el cochambroso y barato alojamiento por uno algo más decente. Hay que ahorrar, pero no atreverse a abrir la cama es una sensación muy jodida, así que mejor me guardo los detalles.

El día estaba muy triste y lluvioso, ideal para visitar museos, pero era domingo y casi todo estaba cerrado. Fue un día poco provechoso, salvo en lo gastronómico (tampoco había mucho más que hacer). Me hice el valiente y me fuí a comer un pique macho, un plato a base de carne, papas y vegetales, muy picante, y que me supo a gloria, aunque no se lo recomiendo a paladares sensibles...
Escudo del Estado Plurinacional de Bolivia
Escudo del Estado Plurinacional de Bolivia
Esa noche llovió muchísimo. Es época de lluvias, y a veces son tan fuertes que ocurren verdaderas catástrofes. Hace pocos días vi en las noticias que había muerto gente en el departamento de Cochabamba. Por eso y por cosas peores no suelo ver las noticias cuando estoy de viaje.

El lunes la ciudad me mostró otra cara: la del día de mercado, de compras, de gente de un lado para otro, bullicio, tráfico, ruido... un caos. No me siento muy cómodo en esas situaciones, pero a todo hay que acostumbrarse.
Vista de Sucre desde Recoleta
Vista desde Recoleta
Visité el mirador de la Recoleta, desde donde hay unas inmejorables vistas de la ciudad y su entorno. Estaba dispuesto a visitar el Convento y su Museo, pero había que esperar, y no me dió buen rollo en la entrada, aunque no se qué coño esperaba, al fin y al cabo era un convento... El caso es que no lo visité, y todavía me pregunto si la habré cagado, pues se que su interior contiene valiosas obras (no era para robarlas, que quede claro).
Recoleta
Convento de la Recoleta
Descendí a la zona más céntrica, y visité la Universidad de San Francisco Javier, una de las primeras de América. Su claustro es de gran belleza, y aparece en los billetes de 100 bolivianos. Es una auténtica joya de la arquitectura colonial.
Universidad San Francisco Javier de Chuquisaca
Universidad San Francisco Javier de Chuquisaca
El resto del día lo pasé tranquilo, paseando, observando a la gente, los contrastes, las miserias... También puede resultar una ciudad dura, con gente pasándolo muy mal, con mendigos enfermos, niños trabajando, vendiendo chicles, chocolatinas, lo que sea. También limpiando zapatos, coches... todo vale para sobrevivir.
Limpiabotas
Limpiabotas
Callejeros
Pobreza extrema
El lunes estaba algo mosquedado porque no podía conseguir hacer buenas fotografías. Entre la lluvia, las calles estrechas, el jaleo de gente, y sobre todo, los enredos de cables que atraviesan las calles, guardé la cámara enfadado. Al margen de lo estético de los cables, me pregunto quién es el listo que encuentra ahí una averia o hace una conexión y acierta. Hay cosas que no se entienden, pero al final, sorprendentemente, todo funciona.
Puerta de la Catedral
Detalle de una puerta de la Catedral
Ayer martes todo cambió. Salió el sol y yo estaba muy animado y descansado, así que decidí que fuese un día intenso. Primero visité la Catedral y su museo (20 bolivianos, prohibido hacer fotos). Me gustó mucho, aunque en este tipo de visitas siempre salgo un poco contrariado. Vi custodias de plata con incrustaciones de esmeraldas, rubíes, granates, perlas... unas joyas de incalculable valor artístico y económico. Había todo tipo de objetos litúrgicos en oro, plata y piedras preciosas. Incluso había faroles realizados completamente en plata (de Potosí, por supuesto) que medían 2 metros de alto. También contemplé cuadros magistrales de Bernardo Bitti, uno de esos pintores jesuitas que me trajeron de cabeza estudiando Historia del Arte Hispanoamericano (a mi y a otros muchos, lo se).
Interior de la Catedral de Sucre
Interior de la Catedral de Sucre
Salí satisfecho y contrariado, y para cambiar un poco de ambiente, fui a visitar la "Casa de la Libertad", ¡qué nombre más bonito! En este edificio, situado en la plaza, muy bien restaurado y conservado, ocurrieron hechos muy importantes para la historia de Bolivia, y allí se firmó su acta de Independencia. Recibí una clase magistral de historia boliviana, pero tranquilos, no lo voy a contar aquí, jeje. La visita es obligada si se viene a Sucre (15 bolivianos +10 bolivianos el derecho a fotografiar).
Patio de la Casa de la Libertad
Patio de la Casa de la Libertad, al frente el salón principal.
Salón de la Libertad
Mesa donde se firmó la independencia. Un cuadro de  Simón Bolivar preside la sala.
Acta de Independencia de Bolivia
Acta de Independencia de Bolivia
Después de comer, aproveché mi última tarde en Sucre para visitar el Museo de Arte Indígena (22 bolivianos, prohibido fotografiar), creo que otro de los lugares de visita obligada. En él se expone el trabajo de indígenas de la región de Chuquisaca, y también hallazgos arqueológicos. Así se puede contemplar cómo los tejedores de hoy en día han recibido la influencia y la técnica directamente de sus antepasados, enlazando no solo siglos, sino milenios de historia y tradición.
Mujeres tejiendo
Tejedoras indígenas
Tejido Tarabuco
Tejido tarabuco
Con esto di por concluida la visita a la Ciudad Blanca, llamada así por el color de sus edificios. Cuando sale el sol, la luz es tan intensa que resulta complicado abrir los ojos. Es un efecto parecido a estar en la nieve o en un salar.

Desde aquí salgo hoy a las 16:00 hacia Santa Cruz de la Sierra en bus. El viaje dura 16 horas, así que voy a tener tiempo de aburrirme. Por suerte en Santa Cruz tendré tiempo para descansar. Espero estar allí hasta finales de Febrero, pero eso ya es otra historia de la que daré más detalles en la próxima entrada.
Espadaña de Santa Mónica
Espadaña de Santa Mónica al anochecer

22 enero 2011

Potosí y el Cerro Rico

No voy a poder olvidar esta ciudad en mi vida, no solo por sus agitadas y ruidosas calles, o por su bella arquitectura colonial que la permite ser ciudad Patrimonio de la Humanidad. En Potosí también viví el momento más terrorífico de mi vida.

Pero comenzaré por el principio, cuando llegué desde Uyuni en un bus algo destartalado y sobrecargado de pasajeros, que bajaba los puertos a volocidades temerarias. Al llegar a Potosí tomé un taxi al centro con Ariel y Magalí, dos amigos que hice en la excursión de tres días en Uyuni.

Compañia de Jesús
Torre de la Compañia

Compañía de Jesús de noche
Vista nocturna de la torre
El primer día lo dediqué a descansar y familiarizarme con la ciudad. Visité la Torre de la Iglesia de la Compañía, uno de los mejores edificios de la ciudad. Allí se encuentra la oficina de información, donde por cierto, me atendieron genial. A diferencia de la gran mayoria de ciudades americanas, Potosí tiene un trazado irregular y algo caótico. Sus calles son más estrechas, y sus aceras a veces intransitables. Hay muchos microbuses que circulan por las empinadas calles. Algunos son muy llamativos, pues deben ser importados de segunda mano de algún país asiático, y tienen letras en chino o coreano.
Bus boliviano
Bus de Potosi
Fui a cenar con mis amigos, y nos fuimos temprano a dormir, porque entre el agitado viaje y los 4060 metros sobre el nivel del mar de Potosí te hacen sentir bastante cansado, con falta de aire, obligando a respirar más fuerte y más veces. Y para colmo caminar por sus calles supone un esfuerzo considerable, pues ninguna es llana, ni la plaza.
Calles de Potosí, al fondo Cerro Rico
Calle de Potosi, al fondo San Francisco y Cerro Rico
El segundo día ya caminaba por la ciudad como un habitante más, siempre vigilado de cerca por el imponente Cerro Rico, absoluto protagonista en Potosí. De hecho la ciudad existe por la riqueza en plata de este cerro. A partir de 1545 los conquistadores españoles comenzaron a explotarlo, aunque su riqueza ya era conocida por el imperio Inca. Gracias a la plata hay edificios de gran belleza, especialmente iglesias y casas coloniales, a costa de esclavizar a los indígenas. Nos escandalizamos con las atrocidades que cometieron los nazis, pero aquí han muerto esclavizados en época colonial 8.000.000 de personas (ocho millones, tiene cojones)
Cerro Rico e iglesia de San Francisco al atardecer
Anochecer en  Potosi desde la Catedral
Dediqué el día a recorrer las calles en busca de edificios interesantes. Por la tarde visité la catedral, que esta siendo lentamente restaurada. Como en todos los paises del mundo, los intereses y conflictos políticos impiden que el dinero llegue a la obra. Fuí un poco tarde y la luz era escasa. Daba un poco de miedo, la verdad. Y más estando el guía y yo solos, un tío muy majo el guía, por cierto. Subimos a una de las torres, desde donde había unas magníficas vistas de la ciudad, el cerro Rico, y una tormenta tremenda en la distancia.
Catedral de Potosí en la noche
Catedral de Potosí
Tormenta desde la Catedral
Tormenta desde la Catedral
El tercer día no lo voy a olvidar en mi puta vida. Jueves 20 de Enero de 2011. Empecé mal el día, pues me levanté con dolor de barriga y problemas intestinales de los que mejor no voy a dar más detalles, jeje. Sin desayunar, me fuí ilusionado a una agencia, donde había contratado una visita a una de las 53 minas que todavía funcionan en el Cerro Rico. Una de las "cooperativas" que trabajan con escasos medios y seguridad. Antes de entrar, el guía, un minero retirado, nos dió unas clases de minería en quince minutos, y de los métodos utilizados por los mineros bolivianos para soportar esas inhumanas condiciones de trabajo (a veces llegando a estar 16 horas seguidas bajo tierra). Para el frío, por ejemplo, beben alcohol de 96º, whisky boliviano dicen. El guía era un bromista, y hacía comentarios de este tipo: "Potosí es el único mercado del mundo en el que está permitido vender dinamita, detonadores, y nitrato de amonio, la ETA aquí sería feliz".
Kit del minero boliviano
Kit del minero boliviano (coca, alcohol 96° y tabaco)
Dinamita en el mercado minero
Dinamita en el mercado de Potosí
Nos explicó el uso de la dinamita, la hoja de coca como único "alimento" en el interior de la mina, y otros muchos detalles y anécdotas. Y llegó el momento de entrar, preparados con cascos con frontal, botas de goma y un traje amarillo. Tengo que aclarar que no es ningún circo turístico. Es una mina real en la que los mineros están ganándose el jornal. Dicho esto, al llegar a la entrada, un agujero con muy mala pinta, una chica brasileña se echó para atrás, y dijo que allí no entraba ni de coña. Y no entró (por suerte para ella).
Entrada a la mina
Bocamina
Bajada a la mina
Descenso a la mina
El resto del grupo comenzamos a descender por una precaria escalera de madera, y a recorrer las galerías por las que a duras penas avanza una persona muy agachada. A los 10 minutos llegamos a un lugar de trabajo, el punto donde llegan vagonetas cargadas de mineral, empujadas por los brazos de dos mineros, nada de tecnología. Alli vuelcan el vagón, y otro minero, equipado con una pala de mano, carga un depósito de una tonelada que, esta vez si, un motor eléctrico lleva a la superficie. Este lugar tenía unos 10 metros cuadrados, y no más de 2 metros de alto. Fue el espacio más grande que vi en toda la mina.
Mineros en acción
Mineros empujando la vagoneta (no tengo fotos mejores)
En este punto nos detuvimos. Unos cuantos turistas tomamos la pala del minero para "ayudarle", o más bien para hacer el ridículo. El último en cargar fui yo, y me tuve que retirar precipitadamente porque llegaba otra vagoneta cargada. Los mineros continuaron con su actividad normal mientras nosotros los observabamos, cuando de pronto, una explosión tremenda en aquel angosto lugar me dejó aterrorizado. Solo quería correr a un lugar seguro, pero no se veía nada, no podía respirar y me golpeaba con piedras, con paredes y con otras personas que estaban como yo. Fue realmente espeluznante, y al escribirlo lo recuerdo con horror. Por unos segundos pensé que iba a quedarme allí para siempre. Parece una jodida película, pero por desgracia todo fue real.

Al minuto de la explosión la nube de polvo empezó a ser más ligera. Yo estaba en un pequeño corredor con un argentino y una colombiana que lloraba y no podía articular palabra, a unos 10 metros del lugar de la explosión. Comenzamos a ver al resto de la gente, todos sanos y salvos, y nos tranquilizamos. En ese momento yo solo quería salir del agujero, pero el guía nos tranquilizó. Había reventado un tubo de aire comprimido, nada más. No había peligro, así que, completamente acojonados y en absoluto silencio, continuamos la visita por las laberínticas galerías de la mina.
Tio de la mina
Ofrenda al tio de la mina
Una hora más tarde ya podíamos hacer las primeras bromas. La chica colombiana se reía al recordar el fatal momento, porque el español solo sabía gritar ¡me cago en la hostia! La verdad que ni yo mismo recuerdo muy bien lo que gritaba, solo se que no eran cosas bonitas, eso si.

Todavía asustados visitamos al "Tío de la mina", una figura diabólica al que los mineros hacen ofrendas para que les cuide bajo tierra. Es como el diablo, el dios del infierno (lo que es la mina), y una forma de llevar la contraria a la iglesia católica que vino con los conquistadores españoles, y que tantos años de esclavitud y miserias les había traido. Le ofrendan coca, alcohol 96º y tabaco, lo mismo que tomas los mineros en el trabajo.

Las durísimas condiciones en las que trabajan son diferentes a las que trabajaban los indigenas que esclavizaron los españoles. Solo mascaban hoja de coca, no les daban de comer, y sus antorchas ardían con grasa de llama, la única sustancia animal que entraba a la mina, y que algunos indígenas preferían comerse y trabajar a oscuras... Salían de la cueva dos veces al mes, y no solían vivir muchos años. Se trajeron esclavos africanos pensando que iban a rendir más, y no podían ni levantar el pico, afectados por el frío, la altura y la falta de oxígeno. Los indígenas en cambio eran hombres muy fuertes y habituados a la altura.
Cerro Rico
Cerro Rico, imponente
Los actuales mineros no trabajan con picos, utilizan martillos neumáticos. Hacen agujeros donde colocan la dinamita que explosionan de forma controlada. Por lo demás, las condiciones de trabajo son parecidas a las de hace 400 años, salvando la luz de la lámpara eléctrica. Frío, polvo, contaminazión... El uso de nitrato de amonio para potenciar la carga de dinamita ha convertido a la mina en un lugar tóxico. Han metido ratas dentro como experimento, y la que más ha vivido ha sido ¡6 horas!

En estas lamentables condiciones trabajan los mineros de Potosí, por un salario miserable, imagino. Se que hay una mina del gobierno que está mejor equipada y tiene más seguridad. Los mineros de las cooperativas son muy críticos con eso. Potosí  en general, no simpatiza con el actual gobierno boliviano, y eso genera problemas y tensiones. Hay pintadas por las calles insultando a Evo Morales.

Después de más de dos horas bajo tierra, por fin salimos a la superficie. Fue un verdadero alivio ver la luz. Y eso que el día estaba bien feo. Al poco tiempo de salir comenzó una fortísima tormenta de lluvia y granizo que duró hasta la noche. Las montañas del entorno de Potosí quedaron blancas, y yo pasé el día intentando tranquilizarme y olvidar lo sucedido, sin conseguirlo del todo hasta la noche, cuando ya fui capaz de comer algo, tomar una cerveza, y meterme en la cama para descansar.
Casa de la Moneda de noche
Casa de la Moneda
Por fortuna no tuve pesadillas y dormí muy bien. Me levanté esta mañana con ganas de despedirme de Potosí, una ciudad que me ha encantado. Hoy he visitado la Casa de la Moneda, el lugar donde se fabricaban los millones de monedas de plata que viajaban en barco a España. Muchas de ellas están a metros de profundidad en aguas del Atlántico. Otras muchas en manos de buscadores de tesoros y empresas que se dedican a destruir el patrimonio arqueológico subacuático. Todas esas monedas fueron fabricadas aquí, con la plata extraida del cerro Rico.
Patio de la Casa de la Moneda
Patio de la Casa de la Moneda (el mascarón tapa un escudo de España)
La Casa de la Moneda me resultó muy interesante. Esta muy bien conservada, con madera original, con maquinaria que aún hoy podría funcionar, impulsada por mulas, como hace 300 años. También conservan máquinas de vapor, e incluso unas más modernas de electricidad. Hay hornos en los que fundían la plata, talleres donde prensaban los lingotes y hacían las monedas. Tambíen hay una colección de minerales, con más de 3000 ejemplares, y una sala arqueológica en donde se exponen cerámicas, momias, armas... Una visita muy recomendable (20 bolivianos la entrada, 40 si quieres hacer fotos).
La Merced
Los relieves en Potosí son muy característicos
Por la tarde he visitado la iglesia de la Merced (10 bolivianos), con un artesonado impresionante, restaurado hace pocos años con colaboración española (algo bueno tiene que hacer España después de tantos años de esclavitud). En su interior se conserva la talla de la Virgen de la Merced, patrona de la ciudad y del ejército boliviano.
Artesonado de la Merced
Artesonado de la Merced
Y después, apurando la tarde, visité el Convento de San Francisco, que me ha encantado, con un claustro bien conservado, una fachada imponente y original, con arco trilobulado, y una colección de pinturas muy interesante que crearon escuela en Potosí.
Iglesia de San Francisco
Portada de San Francisco
Y por hoy ya está bien de visitas. He ido a la estación de trenes a comprar el billete para mañana a Sucre, pero las fuertes lluvias han afectado a las vias del ferrocarril, y el tren no va a salir, así que tendré que buscarme un bus. En unos días escribiré desde Sucre una nueva entrada.
Estación de ferrocarril
Estación de trenes
Asomando
Calles de Potosí
Con el bebe a cuestas
Así llevan las mamás a los bebes.
Mendicidad
Y por desgracia, en Potosí no todo es bonito...

19 enero 2011

Salar de Uyuni y aventura por el desierto

En Uyuni contraté un viaje de tres días por el salar y el desierto en un 4X4, la mejor y creo que la única forma de moverse por estas tierras. Ha sido una gran aventura, y aún estoy eufórico por todo lo visto y vivido en estos días pasados. Voy a intentar resumirlo lo mejor posible.

A las 10:30 del sábado subí al Toyota en el que conocí a mis compañeros de aventuras, un grupo de gente genial que ya considero mis amigos. En total 7 personas: 4 argentinos, 1 chilena, 1 boliviano (el chofer), y yo. La primera parada la hicimos en el cementerio de trenes, un lugar a las afueras de Uyuni donde las máquinas que no sirven se acumulan como chatarra oxidada. Según parece hay un proyecto para hacer un cementerio más "decente", porque este está muy descuidado y lleno de basura, y quizás nadie esperaba que fuera un atractivo turístico, pero lo es. Es un lugar genial para fotografiar.
Cementerio de trenes
Cementerio de trenes
Desde allí fuimos a Colchani, un pueblito cercano a Uyuni donde la gente trabaja en el salar, haciendo montones para que el agua vaya cayendo para abajo y quede la sal seca para poder recogerla. También se aprovecha la sal en la construcción. Se corta la capa de sal en bloques regulares, a modo de ladrillos, y con eso se construyen casas y hoteles. Dicen que es mejor aislante que el adobe, que ya es decir.

Ladrillos de sal
Ladrillos de sal

Hicimos una breve parada para ver los montones de sal, y un poco más adelante hay un lugar en el que el agua sale a la superficie del salar, formando burbujas. A esto lo llaman "Ojos del salar", y dicen que es por donde el salar respira. Es muy curioso ver agua en medio de una superficie tan árida, blanca y enorme.
Vaya personaje!
En los montones de sal de Colchani
Ojos del salar
Ojos del Salar de Uyuni.
Continuamos por dentro del salar de Uyuni, que tiene 12.000 km. cuadrados, y por momentos parece que estas en medio de la nada más absoluta. Visitamos el primer hotel construido en sal de la zona, hoy convertido en museo. Está cerca de Uyuni, y fue muy importante para el desarrollo turístico de la zona. Hoy visitan el salar más de 60.000 personas al año. Hay un monumento de sal con las banderas de muchos paises, algunas mejor conservadas que otras. De la de España solo quedaba el mastil y algún trocito de tela... muy representativo de la situación actual, jejeje.
Banderas del salar
Banderas en el hotel de sal.
Desde aquí tomamos rumbo a la Isla Incahuasi. El camino es completamente llano, y aunque hay huellas de coches, cada uno puede ir por donde quiera. Hubo una situación un poco extraña. Me daba la impresión de que el chofer estaba muy cansado y se dormía. Intenté darle conversación y ofrecerle coca, pero le veía muy cansado. Todo esto a 100 km/h por el salar de Uyuni. Por suerte no te vas a chocar con nada, porque no hay nada. Solo es posible tener un accidente con otro coche. Tengo que decir que los choferes son "superhombres", porque trabajan de sol a sol (o más) durante días y días seguidos, y además son cocineros, camareros, guías y cargadores de mochilas... en fin, una completa explotación.

Paramos a comer en medio del salar. Fue muy buena idea por el lugar en si mismo, y para calmar esos nervios que nos surgieron. Nos hicimos fotos en medio del salar, donde la perspectiva se pierde, y se puede jugar con el espacio. El resultado es este:
Gigante
Ariel con las 4 chicas.
Muñeca
Efecto muñeca.
Magia
Magia!
Después de comer continuamos el viaje hacia la Isla Incahuasi, uno de los lugares más maravillosos que jamás he visitado. Una isla en medio del enorme salar, a 100 km. de Uyuni. Incahuasi en quechua significa "casa del inca". Se encontraron restos de presencia inca en la isla, algo impensable viendo el lugar, complétamente aislado y muy alejado de cualquier población. La isla está llena de cactus gigantes, algunos milenarios.
Incahuasi
Isla Incahuasi.
En este punto sentí una pequeña decepción, ya que esperaba encontrar el salar con agua, que es mucho más espectacular. Pero este año las lluvias están llegando tarde y muy escasas, así que el salar continúa seco, algo extraño a estas alturas de enero. A pesar de esto, las vistas son espectaculares. Se pagan 15 bolivianos por entrar a un sendero que recorre la superficie, subiendo a mirador desde donde se contempla la grandeza del salar. Hay que caminar despacio, porque el punto más alto se encuentra por encima de los 3800 m., y la falta de oxigeno se acusa bastante.

Desde Incahuasi nos dirijimos a un hotel de sal. Para salir del salar hay que buscar un camino, pero para cualquier persona "normal" orientarse resulta imposible. El chofer se iba orientando por las montañas del horizonte. Llegamos a un punto donde comenzaba a haber agua, y según parece, es peligroso meter los coches modernos por ahí, porque empiezan a dar fallos electricos, y además de pueden quedar hundidos en la sal y el fango. Así que tuvimos que dar un buen rodeo, y finalmente llegamos a un pequeño pueblito llamado Santiago de Agencha, donde recientemente han abierto un hotel de sal.
El pueblo en si es encantador, porque hasta hace 4 días no ha recibido turismo, y se mantiene completamente auténtico. Incluso medio abandonado, porque muchos habitantes se han ido en busca de oportunidades en otros lugares. Aquí solo se puede cultivar quinua, un cereal parecido al arroz pero con más proteinas. Este fue nuestro menú para comer (muy rico, por cierto). Entre la quinua y las llamas la gente sobrevive como puede en estos lugares del altiplano.
Iglesia de Santiago de Agencha
Iglesia de Agencha.
El hotel estaba genial, contruido en piedra, sal, barro y paja. Eran cabañas muy bonitas, y habia un comedor grande donde comíamos con otros grupos de viajeros. La única pega fue el agua caliente, y ducharse con agua fría era todo un desafío, así que un aseo básico, y a dormir.
Cabañas de Agencha
Cabañas de Agencha, con bloques de sal.
Atardecer en Santiago de Agencha
Atardecer en Agencha.
A la mañana siguiente madrugamos para ponernos en ruta. La primera parada fue un lugar con rocas volcánicas, al que llaman "ejército de piedras". Me recordó mucho a parajes de las islas Canarias.
Ejercito de piedra
Ejercito de piedras.
Un poco más adelante hay otras formaciones muy curiosas, desde donde se contempla el imponente volcán Ollague, de 5870 metros, que sirve de frontera con Chile, y que está activo. De hecho se veía una fumarola en la parte izquierda, cerca de la cumbre.
Volcán Ollague
Volcán Ollague, con fumarola a la izquierda.
Ollague
Mirador del Ollague.
Desde aquí continuamos hacia Laguna Cañapa, donde comimos. Uno de los lugares que más me gustaron de toda la ruta. Es una laguna preciosa en la que se reflejan las montañas cercanas, y que está repleta de flamencos alimentándose en sus aguas, eso si, con un olor bastante desagradable. Allí comimos en el suelo una milanesa de pollo con vegetales. En el campo todo sabe delicioso.
Flamencos en Laguna Cañapa
Flamencos en Laguna Cañapa.
Laguna Cañapa
Laguna Cañapa... ¡espectacular!
Desde allí continuamos el camino hacia otras lagunas: Hedionda, Chacota, Onda... todas muy bonitas. Hicimos breves paradas hasta llegar a uno de los puntos más altos de toda la ruta, a más de 5000 metros de altura, para contemplar el mirador de un cerro con siete colores (como en el pueblo argentino de Purmamarca, pero mucho más grande). Allí apenas paramos 5 minutos, porque la altura se acusa bastante.
Cerro de colores
A 5000 metros, al fondo cerro de siete colores.
Descendimos al desierto de Siloli, donde se encuentra una formación que llaman "árbol de roca", y que recuerda mucho a algún cuadro de Salvador Dalí. A esta zona ya se la considera perteneciente al Desierto de Atacama, el más seco del mundo.
Arbol de piedra
En el arbol de piedra.
Más adelante se llega a la entrada de la Reserva de Fauna Andina Eduardo Avaroa, donde se pagan 150 bolivianos por entrar, y donde se encuentra la Laguna Colorada, que fue propuesta para pertenecer a una de las nuevas 7 maravillas naturales del mundo. Además de ser colorada, como su nombre indica, hay muchísimos flamencos, que se alimentan de las algas rojizas que dan color al agua. En torno a la laguna hay mucho borax, una sustancia blanquecina y polvorienta con la que se fabrican detergentes. Toda esta zona de las salinas bolivianas y el desierto de Atacama contiene mucho borax.
Laguna Colorada
Laguna Colorada
4X4 en el desierto
El 4X4 en el desierto.
Fuerte viento en Laguna Colorada
En el mirador sobre Laguna Colorada, con un viento fortísimo.
Cerca de la Laguna Colorada hay un refugio en donde cenamos y dormimos, a 4300 metros de altura. Nos acostamos muy pronto, bastante cansados. Yo me desperté a la media noche con un fuerte dolor de cabeza y ligeros mareos. Seguramente fue por el mal de altura, y la verdad que no pude descansar bien, y por la mañana me encontraba bastante jodido. Algo normal por otra parte, pues tuvimos que levantarnos a las 4:00 para subir al coche sin desayunar, rumbo a los 5000 metros de altura.

La noche en el desierto era espectacular y muy fría. El cielo estaba repleto de estrellas, y la luna no se veía a esa hora, así que la oscuridad era completa. Avanzar en esas condiciones por el desierto me gustó muchísimo, a pesar del sueño y del apunamiento. Se veía muy a lo lejos, en el horizonte, una fuerte tormenta eléctrica que de vez en cuando iluminaba el cielo.
Geyser
Geysers.
La primera parada del día, al amanecer, fue en unos geysers espectaculares que hay a casi 5000 metros de altura. Contemplar aquel espectáculo natural con la luz que había fue indescriptible. Tan solo las fotos dan una ligera idea, y solo por eso ya mereció la pena el madrugón. Nos acercamos bastante a los geysers, y se podían escuchar pequeñas explosiones del interior de la tierra. El olor a azufre era bastante fuerte y hacía mucho frío.
En los geysers
En el geyser a bajo cero... y con las botas blancas del borax.
Amanecer en los geysers
Amanecer en los geysers.
Desde allí, contemplando como el sol iba asomando por el horizonte, nos dirijimos a uno de los lugares que más nos gustó a todos: las termas de Polques. Ni que decir tiene que llevabamos dos días en el desierto sin tomar una ducha, llenos de polvo (a veces incluso se nos ponía el pelo blanco del polvo de borax), y solo por poder meternos en el agua ya era como una recompensa. El problema era el frío, pero que coño, un tío que se ha bañado en el Boedo por la noche no puedo acojonarse por eso, así que me quité la ropa y ¡al agua!

El baño me sentó genial, y me quitó el dolor de cabeza, el apunamiento, y toda la suciedad acumulada durante los dos días anteriores. Todos salimos muy contentos, porque además nos esperaba un buen desayuno. Durante los tres días, en estos momentos en los que estoy disfrutando con mis compañeros del viaje, nuestro querido chofer estaba trabajando, preparando el desayuno, la comida, o la mesa. Un trabajo impagable que de alguna manera quisimos agradecer con una propina. Me dió apuro preguntar el sueldo, pero sospecho que estarán mal pagados.
Llamas
Llamas en Polques, al lado de las termas.
Con la panza llena y limpios, nos dirijimos a un lugar cercano que llaman "desierto de Dalí", por las formaciones rocosas que hay, y que se parecen mucho a algunas obras del pintor surrealista. La verdad que todos los paisajes que contemplé durante estos tres días fueron bastante surrealistas.
Desierto de Dalí
Desierto de Dalí.
Mis nuevos amigos viajeros
El grupo con el Lincancabur y la Laguna Verde de fondo.
Desde allí fuimos a la Laguna Verde, aunque por desgracia no estaba muy verde. Para que cambie de color es necesario que sople el viento y agite sus aguas, y así sus sedimentos se muevan y brille el color turquesa, pero esa mañana el viento no soplaba (por suerte para nosotros, porque salir de las termas con viento frío tiene que ser lo peor). Aún así las vistas son fantásticas, con el volcán Licancabur de fondo, con sus imponentes casi 6000 metros de altura, frontera natural entre Bolivia y Chile.
En este punto se está a muy pocos kilómetros de la frontera chilena, y muy cerca de San Pedro de Atacama, quizás uno de los lugares más visitados de Chile. Nos acercamos a la frontera para despedir a dos compañeras argentinas de viaje, que continuaban hasta allí, e iniciamos el camino de vuelta a Uyuni, que fue muy largo y cansado, por caminos polvorientos a veces en muy mal estado.
Frontera desértica Bolivia-Chile
Frontera entre Bolivia y Chile, en pleno desierto de Atacama.
Paramos a comer en Villamar, un pequeño pueblo en un vallecito muy bonito y verde, donde cientos de llamas pastan a sus anchas.
Un pucelano entre llamas
En Villamar, entre llamas.
Desde allí continuamos el camino hacia el Valle de rocas, donde hicimos otra breve parada para descansar y afrontar la última parte del viaje, parando en San Cristobal y finalmente llegando a Uyuni completamente agotados, llenos de polvo y sucios. Allí me despedí de mis compañeros, y busqué un hostal donde darme una buena ducha y descansar de una de las mayores aventuras que seguramente haré en toda mi vida, y que recordaré para siempre.
Valle de Rocas
Valle de Rocas.

Haciendo click sobre cualquier foto se puede ver mi galeria en Flickr, donde hay alguna foto. Muchas gracias a mis nuevos amigos Ever, Ariel, Magalí, Cecilia, Candelaria y Carolina.