25 abril 2011

Buenos Aires y el fin del viaje

El viaje desde Puerto Iguazú a Buenos Aires fué bastante cómodo, a pesar de las 20 horas de bus. Al llegar a la terminal de Retiro a las 8:00 me estaba esperando Lorenzo, el amigo italiano con el que compartí una semana de viaje en Mendoza, Valparaiso y Santiago de Chile. La idea era pasar unos días con Lorenzo hasta su despedida, y quizás visitar Uruguay, pero he estado tan ocupado en Buenos Aires que olvidé todo lo demás.

Los primeros días fueron de una actividad intensa, visitando algunos lugares típicos de la gran ciudad, como el cementerio de Recoleta, San Telmo, Puerto Madero o la Plaza de Mayo. Me he sentido muy cómodo en esta segunda visita a Buenos Aires, y pasear por las calles de Microcentro era casi como estar en casa. Además he estado muy bien acompañado, y he conocido muchísima gente nueva, sobre todo en el hostel donde estaba alojado con Lorenzo.
Pinturas
Cementerio Recoleta
Cementerio de Recoleta
Eva Perón
Tumba de Eva Perón, "Evita".
El domingo fuimos con una familia muy simpática a Tigre, a pocos kilómetros de Buenos Aires, donde ponen un mercado y se llena de gente. Creo que es un lugar tranquilo el resto de la semana, pero el domingo se llena de gente, sobre todo para hacer compras para la decoración de la casa, ya que hay muchas tiendas de este tipo. Hay un puerto en donde se puede tomar un barco que te lleva por el delta del río, y hay islas repletas de pequeños muelles y casas de recreo donde mucha gente pasa el fin de semana. Es un lugar bonito y tranquilo donde muchos porteños van a relajarse y descansar.
Parque de atracciones
Parque de atracciones en Tigre
Tráfico fluvial
Tigre
En el muelle
Con la familia de Dana y Lorenzo
Al día siguiente intenté cambiar el vuelo de regreso a España. Quería adelantarlo y dar una sorpresa a mi gente, y ya había hecho más intentos anteriormente, pero me pedían mucho dinero por adelantar la fecha tan solo unos días, y no estaba dispuesto a pagarlo. Y el lunes tampoco tuve suerte. Me mandaron un e-mail que me ilusionó mucho, pero finalmente me seguían pidiendo mucho dinero, así que me rendí.

Pero el martes, ya casi de rebote, conseguí un vuelo para el día 20 de Abril, llegando el 21 a casa. Tan solo se lo dije a dos personas, y me ha sido bastante dificil mantener el secreto. Así que el resto de mis días en Buenos Aires los pasé entretenido, e intentando no hablar mucho con la gente, porque eso de mentir se me da bastante mal, y casi meto la pata un par de veces, jeje.
Quedaban 7 días para regresar a casa después de un viaje tan largo, y tenía que aprovechar el tiempo, así que empecé a quedar con mis amigos porteños para cenar y despedirme, aunque estoy seguro de que volveremos a vernos algún día. Con Ariel y Magalí me encontré 3 días. Desde que nos conocimos en Bolivia he sentido muy buena conexión con ellos, y ahora siento que ya somos amigos para toda la vida.
MADRES 1
Madres de la plaza de Mayo, con la casa Rosada al fondo.
Uno de los momentos más emocionantes de todo el viaje lo viví el jueves con las Madres de la Plaza de Mayo. Fue un momento muy especial que recordaré toda mi vida. Todos los jueves se reunen a las 15:30 en la plaza para recordar a sus hijos desaparecidos durante la dictadura militar. Las mujeres ya son bastante mayores, pero siguen transmitiendo una fuerza y una energía especial, y a mi sinceramente me fue dificil contener las lágrimas en algunos momentos.
MADRES 7
MADRES 3
MADRES 5
Al final del encuentro dan un pequeño mitín donde se ponen al día de la situación política y las actividades que realiza su organización. Y no se cortan mucho si hay que llamar a las cosas por su nombre. Si que me resultó bastante sorprendente escuchar insultos hacia algunos políticos, aunque me pareció gracioso.
MADRES 6
Los últimos días los pasé muy entretenido, entre amigos, compras, comidas y cenas, muchas horas de charla y algunas fotografías que tenía pendientes. Y eso que en Buenos Aires me olvidé bastante de la cámara, en parte por estar entretenido con la gente, y en parte por la obsesión con la seguridad. A veces la gente te preocupa bastante con este tema, y quizás por la calle no tienes esa sensación de peligro, pero lo cierto es que he conocido a bastantes personas que han sufrido robos, y no me apetecía ser uno más.
Sifones
Sifones en el mercado de San Telmo
Mercado
Mercado del domingo en San Telmo.
Así que me despedí de Buenos Aires y de la República Argentina. También me despedí de todos los amigos que dejo allí, y de otros muchos de diferentes partes del mundo con los que seguramente vuelva a encontrarme algún día. Me marché feliz y satisfecho con esta última parte del viaje, diferente al resto, y que me deja un buen sabor de boca después de haberlo pasado un poco mal en el tramo final.

El regreso a España duró unas 20 horas que se me hicieron especialmente largas, pero todo se compensó al llegar a la estación de Valladolid y ver la cara sonriente de mi sobrino de 2 añitos, y a mi hermana y a mi novia... después de tanto tiempo, no puedo explicar lo feliz que me sentí al poder fundirnos en un abrazo.

Y el día continuó entre sorpresas, pues nadie más sabía que llegaba antes de tiempo, y fue muy divertido y emotivo reencontrarme con mis padres y algunos amigos. Ahora mi vida ha cambiado, el viaje ha sido como un antes y un después, y ahora tengo que replantearme muchas cosas y empezar desde cero a organizarme nuevamente, sin casa, sin coche y sin dinero. Si algo he aprendido durante el viaje, es que todo tiene remedio, y de nada vale preocuparse por lo que no sabemos, así que afrontaré mi futuro con ilusión, y con un único objetivo: ser feliz.

Puerto Madero
Puerto Madero al anochecer.

08 abril 2011

Misiones, de San Ignacio Mini a las Cataratas de Iguazú

Desde Posadas tomé un bus hacia San Ignacio, a una hora aproximadamente. Creo que ha sido el trayecto más corto en bus que he hecho en todo el viaje, jeje. Estaba muy animado, he recibido un montón de mensajes de apoyo de gente que ni conozco, y especialmente del grupo Fotógrafos de Valladolid, que me han ayudado muchísimo, así que muchísimas gracias a todos.

A llegar a San Ignacio me encontré con un pueblo muy tranquilo y agradable, de esos que me gustan a mi. Caminé durante casi una hora desde la carretera hacia el interior del pueblo, y en una de las calles me crucé con una pareja. Yo iba distraido, en mi estado natural, pensando en mis cosas, pero algo me resultó familiar. Al alejarse escuché hablar con acento andaluz, pero no le dí mayor importancia hasta más adelante. Empecé a pensar que podían ser Pablo y Elena, dos grandes viajeros españoles a los que sigo desde el principio de sus aventuras. Días después comprobé que eran ellos... ¡qué pena no habernos saludado!
Estancias
Ruinas de San Ignacio Mini
Claustro jesuita
Claustro Jesuita
Me alojé en una tranquila casita con habitaciones compartidas. En San Ignacio todo es tranquilo, por suerte. Por la tarde fui a ver la misión de San Ignacio Mini, la mejor conservada y restaurada de las decenas que hay en esta zona de Argentina, Paraguay y Brasil. Pasé allí más de dos horas, disfrutando del lugar, pues es una extenxión bastante importante donde puedes pasear con total libertad, y perderte entre las ruinas. Hay buena información sobre la historia de las misiones jesuítas y la importancia que tuvieron hasta la expulsión de la orden.
Ruinas de San Ignacio Mini
Fachada principal
Fachada principal del templo
Incluso se habla sobre la posibilidad de haber sido el germen del comunismo, y lo cierto es que si que tiene muchos puntos en común, y sin tanta teoría ni filosofía sobre el asunto. Los indígenas guaraníes son por naturaleza buena gente. Son pacíficos y respetuosos, y cuando los jesuitas llegaron a esta zona, se preocuparon por aprender su idioma, y en vez de esclavizarlos, les agruparon en estas misiones, que eran asentamientos pequeños en los que se hacían trabajos para el bien de la comunidad. Los indígenas eran (y siguen siendo) excelentes artesanos, y también fabricaban utensilios utilizados para los trabajos. Todo estaba perfectamente organizado y los jesuitas lo controlaban todo, incluso el que no tuvieran contacto con los europeos.
Escudo jesuita
Escudo de la Compañía de Jesús
El problema llegó con los bandeirantes, que venían del lado brasileño en busca de territorios y esclavos. Para afrontar este problema, no hubo más remedio que recurrir a las armas, y tanto jesuitas como guaraníes se pusieron manos a la obra y repelieron los ataques, casi siempre con éxito. Lamentablemente todos los esfuerzos para contruir y conservar estas misiones quedaron en el olvido. Los jesuitas fueron expulsados, y los franciscanos se hicieron cargo de estas misiones. Los franciscanos no eran respetuosos con la cultura guaraní, y los indígenas prefirieron regresar a su vida nómada antes que ser esclavos o títeres, ¡ole sus cojones!  Aún hoy hay comunidades que viven de forma tradicional en medio de la selva.
Detalle de relieve
Interior del templo misional
Interior del templo
Salí muy satisfecho de esta visita, y me hubiera gustado hacer otra visita nocturna que parece ser espectacular, pero ya llego al final del viaje con la cartera temblando, y tengo que ir haciendo ajustes y recortando gastos de donde sea. La entrada para extranjeros cuesta 50 pesos, y con eso me pago una noche de albergue.
Rio Paraná
Río Paraná, al otro lado Paraguay.
Playa en el Paraná
Playa fluvial, aqui parece un río normal, pero es enorme.
Al día siguiente alquilé una bicicleta y me fuí al parque provincial Teyú Cuaré, a unos 10 kilómetros de San Ignacio. Es un lugar muy tranquilo, quizás demasiado, pues solo vi al guardaparques en toda la mañana. Dejé la bici e hice una ruta a pie de menos de dos horas, llegando a una zona de acantilados sobre el río Paraná, y a una playa muy agradable donde estaba completamente solo. En este lugar se refugió un nazi después de la guerra, no era listo ni nada. Vino a un sitio parecido al paraiso, se hizo su casa de piedra, y vivió aquí durante siete años antes de ser arrestado. En esta casa que hoy se traga la selva me pegué un buen susto. Un animal bastante grande que no conseguí ver se movía mucho entre la vegetación, y aunque no creo que fuera peligroso, preferí alejarme, porque estaba completamente solo.
Sendero en la selva
Sendero en Teyú Cuaré
Después volví a subir a la bici, ya bastante cansado, y regresé a San Ignacio bajo un sol abrasador. Llegué agotado por el calor, y decidí tomarme la tarde de descanso, charlando con mi compañero de habitación, Tomás, un francés muy simpático con el que comparto muchos pensamientos, y que se suma a la larga lista de amigos que estoy haciendo durante el viaje.

A la mañana siguiente tomé un bus hasta Puerto Iguazú, un paseo de cuatro horas por una carretera asfaltada, una bendición a estas alturas. Pasé la tarde tranquilo, intentando relajarme y sentir que estoy de vacaciones, que a veces es dificil por la cantidad de cosas que tengo que hacer. Me informé sobre la visita a las cataratas de Iguazú y otras opciones que me interesan. En Puerto Iguazú la oferta turística es amplísima, pudiendo pasar a Brasil o a Paraguay, que están practicamente a tiro de piedra. De hecho hay un lugar llamado Hito tres fronteras, desde donde se ven los otros dos paises.
Tres fronteras
Desde el Hito 3 fronteras, a la izquierda Paraguay, al frente a la derecha se ve Brasil, y la foto está hecha desde Argentina.
El día 5 de Abril no lo olvidaré en mi vida, pues cumplí un gran sueño. Me levanté y tomé un bus al Parque Nacional Iguazú, a unos 20 km. de Puerto Iguazú. La entrada cuesta 100 pesos, y aunque al principio te parece caro, cuando comienzas a ver los primeros saltos de agua, te parece un precio correcto, incluso económico. La sensación que se tiene al visitar las cataratas de Iguazú es indescriptible e incomparable. Yo que estoy acostumbrado a ver pequeños saltos de agua, me quedé paralizado al principio (y eran los saltos normalitos). Cuando empecé a caminar por las pasarelas creo que mi cara era la de un niño con zapatos nuevos. Estaba maravillado, y por mucho que quiera explicar lo que sentía, no puedo. Es imposible. Es de tal grandeza que no se puede describir con palabras ni con fotografías.
Cataratas y arcoiris
Las maravillosas Cataratas de Iguazú.

Cataratas de Iguazú
Millones de litros de agua caen desde lo alto hacia un abismo blanquecino, levantando cortinas de agua que se elevan varios metros sobre el río, y que, por supuesto, te empapan en algunos tramos.
Cataratas de Iguazú
Bajo el agua
Lo más bestial de todo es ver la Garganta del Diablo. Mira que hay sitios que se llaman así, pero este se lleva la palma. Hay una pasarela que atraviesa el ancho río Iguazú desde la costa argentina hacia un punto intermedio, frontera natural entre Argentina y Brasil. Una nube que parece ser humo, se ve a lo lejos. En realidad es el agua pulverizada que se eleva a decenas de metros de altura y se hace visible desde varios kilómetros de distancia. Cuando llegas al pie de la Garganta del Infierno el ruido es atronador, y el agua te empapa completamente.

Pasarela sobre el río Iguazú

Garganta del Diablo
Garganta del Diablo
Es un sitio que te deja sin palabras: brutal, bestial, acojonante, salvaje, espeluznante, irreal... ninguna describe con exactitud lo que sentí ante tal grandeza. Siempre pensé que la naturaleza es lo más poderoso del mundo, y ahora más que nunca, lo ratifico.
La 88
La 88
Para completar el espectáculo, el Parque Nacional estaba lleno de mariposas de todos los colores, y también pude ver a los graciosos coatíes, un animal que esta a mitad de camino entre el oso hormiguero y el mapache. También vi unas urracas bastante llamativas y ruidosas, y unas arañas bien feas y tremendamente grandes.
Urraca
Urraca
Mariposa
Coaties
Coaties
Mariposa
Mariposa
Regresé a Puerto Iguazú con una sensación de satisfacción inimaginable. Todo lo que había soñado y lo que me había imaginado durante tantos años se quedó pequeño. Las cataratas de Iguazú son el lugar que más me ha impresionado en mi vida. No conozco mucho del mundo, pero llevo cinco meses viajando, viendo lugares increibles, y en ninguno he sentido lo que aquí. También influye que es Abril, un mes donde el agua baja con mucha fuerza, y creo que impresiona mucho más.
Salto San Martín
Segundos después la lancha se adentró en donde no se ve absolutamente nada...
El día siguiente me lo tomé de relax. Me encontraba muy cansado. En Misiones hace muchísimo calor, y es llevadero mientras estás en la selva, entre la vegetación, pero salir al sol es una locura. Pasé el día descansando y pensando qué hacer con el viaje. A estas alturas y sin planes, jeje. Tengo la idea de ir a Uruguay, y tengo muchísimas opciones, desde ir por Brasil hacia la costa atlántica, o llegar por las fronteras del río Uruguay, o acceder desde Buenos Aires.

Hoy lo he dedicado a visitar las cercanas minas de Wanda, unos 30 km. al sur de Puerto Iguazú. Se tarda una hora en bus, y es un desplazamiento cómodo para volver en el día. Me bajé en la carretera y tuve que caminar unos 2 km. para llegar a la mina Tierra Colorada. Llevo coleccionando minerales desde siempre, quizás comencé con 6 ó 7 años, y visitar un lugar así me resultó muy interesnate. La estrella de la mina es la Amatista Imperial, con ejemplares enormes y de gran calidad. Ya por el camino pude comprobar que das una patada y sale cuarzo por todas partes, pero al llegar a la mina es impresionante. También hay ágatas de varios colores, y cuarzos con diferentes coloraciones.
Geoda en la roca
Preciosa geoda de amatista
Compré varios ejemplares para mi colección, y caminé los 2 km. que me separaban de la carretera bajo un sol abrasador. Y me toco esperar al bus durante 15 minutos en plena ruta, a las 13:00. Así que llegué a Puerto Iguazú con sed y hambre, y me fui directamente a comer. He pasado la tarde tranquilo, y ya he decidido hacia donde ir. He comprado billete a Buenos Aires para mañana. Son 20 horas de viaje, y llegaré el sabado. Me voy cansado pero con los deberes hechos. He cumplido mi sueño desde niño.

02 abril 2011

Venturas y desventuras de un largo retorno

Tras pasar 30 horas de viaje, en Lima solo me apetecía descansar y relajarme. Incluso dí unas merecidas vacaciones a la cámara de fotos, de la que no me separo ni para dormir, jeje. Pasé tres días entre paseos, llamadas telefónicas, internet y charlas con el chico del albergue.

El martes 23  tuve la suerte de conocer en persona a Rafael y Carmen, dos grandes viajeros peruanos que conocen muy bien Sudamérica. Me llevaron a cenar anticuchos al barrio de Barranco. Pasamos una noche genial hablando de viajes y escuchando sus buenos consejos. Por cierto, los anticuchos son muy típicos en la gastronomía peruana. Son pedazos de carne de corazón de res, pinchados en una brocheta, y que están muy buenos. Me recordó un poco a los pinchos morunos que comemos en España.

Esa misma noche tuve un fuerte ataque de alergia, así que al día siguiente apenas pude hacer nada. Dormí fatal y me encontraba muy cansado. Solo había que esperar a que los medicamentos hicieran su efecto, pues no quería hacer el próximo viaje en bus en esas condiciones. Compartía habitación con 4 chicos bolivianos, fanáticos de Iron Maiden, que habían venido desde La Paz exclusivamente al concierto... ¡eso si que son fans de verdad!
La Paz y el Alto
La Paz hacia lo alto
El día 24 tomé un bus con destino a Desaguadero, junto con dos de los chicos del albergue, Marcelo y Manuel. El viaje fue bastante monótono y aburrido, y para colmo me llega un SMS anunciándome el fallecimiento de un familiar en España.  Con tantas horas para pensar, subido en un bus, sin poder hacer nada... me sentí muy mal. Y encima no podía distraerme, porque pusieron unas horribles e infumables películas de chinos. Fue un alivio llegar a la frontera, aunque ya era de noche, y no me gustaría que cerrasen y quedarme allí tirado. Crucé rapidamente casi al mismo tiempo que Manuel y Marcelo, y viajamos juntos a La Paz en una combi, de noche, y con algo de miedo por el peligro de la carretera. Los chicos me contaron que para ir a Lima tuvieron muchísima suerte. No pudieron tomar una combi porque ellos eran 4 y solo había sitio para 2. Minutos después comprobaron que la combi que no pudieron tomar se había estrellado contra un camión... y por desgracia estas cosas ocurren casi a diario.
San Francisco
Nocturna de San Francisco
Llegamos a La Paz de noche. Por suerte estaba acompañado, porque no es muy agradable andar por las calles oscuras a esas horas. Llegué al hostal donde me alojé la vez anterior, y a descansar hasta el día siguiente, que llamé a la familia para interesarme por todos en un momento tan triste. Por la tarde tuve la suerte de quedar con Manuel y Marcelo, que me llevaron al Valle de la Luna, un lugar muy bonito a las afueras de La Paz. La erosión de las lluvias y el granizo ha dado lugar a unas formaciones muy curiosas y fotogénicas. Además del paisaje, hablé mucho con mis nuevos amigos, y me sentó muy bien pasar una tarde con ellos. Tomamos un helado de canela, muy bueno, y típico de aquí.
Valle de la Luna
Valle de la Luna
El domingo me desperté con el pie izquierdo nuevamente. Quería subir al mercado del Alto, pero no me atreví a ir solo. Me encontraba muy cansado por la altura (vine del nivel del mar a casi 4000 metros), y no tenía buenas sensaciones. Sentía que los casi cinco meses de viaje estaban pasando factura, tanto fisica, como, sobre todo, mentalmente. Además el tiempo estaba lluvioso y triste. Fuí a la estación a informarme para viajar a Tarija, una ciudad al sur de Bolivia, cerca de la frontera con Argentina, y de la que hablan maravillas. 
Valle de la Luna
Curiosas formaciones en el Valle de la Luna
Al día siguiente fui a Correos de Bolivia, a poner una reclamación por el paquete que envié a España y que fué robado. De los casi 4 kg. que mandé, llegaron 700 gramos... poco más que el cartón. En contra de lo que iba pensando, me trataron estupendamente, y aunque perdí la mañana, sentí que había valido la pena, y que quizás, con suerte y paciencia, sacaría algo de todo este disgusto. Pasé la tarde entretenido, satisfecho, intentando animarme y olvidar las penas, pues al fin y al cabo, todo tiene remedio.
Calle Linares
Calle Linares, en La Paz.
Pero lamentablemente el día no había terminado. Al llegar a la habitación veo todas mis cosas por el suelo, la mochila deshecha y todo revuelto. Alguien había entrado y me había robado unas cuantas cosas de cierto valor. Me sentí fatal. Llamé a la policía, esperé una hora y nadie llegó al hostal. Así que el administrador del hostal y yo nos fuimos a una comisaría, donde no nos hicieron ni caso, porque solo atienden en horario de oficina, ¡tócate los cojones!

Pasé una noche fatal, pensando en que la puerta no fue forzada, así que el que había entrado, podría hacerlo nuevamente. Me tumbé en la cama y apenas dormí, con la navaja en la mano (por algún sitio tenía que salir el instinto del Barrio España, jeje). A las 7:00 me levanté y fuí hasta la comisaría. Me atendieron, pero con mucha lentitud. Fui paciente y constante, y finalmente enviaron a un policia al hostal. Allí nos encontramos al cabo de una hora, subió a la habitación, comprobó los inexistentes sistemas de seguridad del hostal, e hizo muchas preguntas al administrador.

Finalmente dijo que era un delito, y que tenía que llamar a la policia científica, ¡te cagas! Yo ya me metí en la película. Vinieron al cabo de una hora dos policias trajeados que daban bastante respeto (por no decir miedo), con maletines y montones de preguntas para mi y el administrador. Fueron especialmente duros con él, y a cada pregunta que le hacían, él salía por los cerros de Úbeda. Así que le dijeron: "Señor, se está acercando al fuego continuamente, y al final se va a quemar", y otras frases memorables que me recordaban películas de detectives y demás. Fue espectacular, pero yo estaba completamente acojonado, pues aquí nunca sabes por donde van a salirte.

Por suerte la jugada salió bien para mi, y conseguí una indemnización de 300 dólares por los objetos robados, y la sospecha de que el ladrón estaba en casa, es decir, que alguien del hostal había usado mi llave para robarme. Me hubiera gustado darle unas buenas hostias, la verdad, pero me hizo un favor, me quito bastante peso de la mochila, y me dió 300 dólares... ¡tampoco fue mal negocio!

Todavía con el miedo en el cuerpo me fui a la estación, pues tenía billete para Tarija a las 17:00. En un acto de masoquismo extremo, compré el asiento numero 1, el que va en la ventana panorámica delantera. El viaje fue en su mayoría nocturno y frío, y aunque daba miedo, ya me estaba acostumbrando. Pero los últimos 100 km. hasta Tarija fueron, como dice Leo Harlem: "con el culito bien apretado". Se descienden unas montañas muy elevadas hacia el valle de Tarija, por un camino de tierra lleno de curvas que miran al abismo, y a todo esto se suma que había niebla cerrada y llovizna. Pero llegamos sanos y salvos. La señora de al lado me dijo que fue gracias a Dios, así que gracias, Dios, por ser tan bueno con nosotros.

Pasé la tarde en Tarija, pero mi cabeza no estaba allí, y en lo único que pensaba era en salir de Bolivia, y en olvidarme de los últimos días cuanto antes. Así que al día siguiente me levanté muy temprano, y tras 4 horas en el bus mas cochambroso en el que he montado hasta ahora, llegué a la frontera. Por el puente iba sonriendo, como cuando sueltan a un preso de la carcel. Me sentía feliz, porque sabía que en Argentina no iba a pasar miedo en las carreteras, que es lo peor que he llevado.
Puerto de Posadas
Puerto en Posadas, al fondo se ve Encarnación (Paraguay)
Desde el puesto fronterizo tomé un bus a Aguas Blancas, a solo 5 minutos. Desde allí compré un billete para General Guemes a las 12:30. Pensé que debía comer algo, y tenía tiempo suficiente. Pero cometí un grave error. Al cruzar la frontera olvidé adelantar 1 hora el reloj, así que cuando llegué a la parada del bus, ya se había ido. Como ya me estoy acostumbrando a vivir películas, cogí un taxi, y le dije: siga el camino por donde va el bus. Y funcionó. A unos 25 km. le alcanzamos, solté una buena pasta al taxista, y continué el camino.
Catedral de Posadas
Catedral de Posadas
En Guemes espere una hora para tomar otro bus hacia Corrientes, otras 12 horas de viaje, casi todo de noche. Al llegar a Corrientes, aluciné con el río Paraná, impresionantemente grande, el más grande que he visto en mi vida. Pero al margen de esto no sentí un especial interés por quedarme allí, y me vi con fuerzas de tomar otro bus hacia Posadas, otras 4 horas de viaje, un paseo a estas alturas. Y es donde ahora me encuentro, en la región de Misiones, entusiasmado e impaciente por llegar a mi próximo destino, y uno de los grandes objetivos del viaje: las cataratas de Iguazú, mi sueño desde niño.
Mil gracias
Atardecer en Posadas. Muchas gracias a los compañeros del grupo Fotógrafos de Valladolid, por su apoyo y ánimo en los momentos dificiles.

22 marzo 2011

Tarapoto y la selva alta peruana

Para llegar desde Chachapoyas a Tarapoto tuve que tomar un taxi colectivo hasta un lugar llamado Pedro Ruiz, a poco más de una hora de Chachapoyas. Tuve que esperar una hora hasta que se completó la furgoneta y salimos. Por el camino pinchamos y tardamos un poco más. Y al llegar a Pedro Ruiz tuve que esperar dos horas más hasta que pasará un bus hacia Tarapoto, y tener la suerte de conseguir asiento. Afortunadamente en el primer bus que pasó conseguí plaza, y llegué a Tarapoto en la noche, alojándome en el primer sitio que encontré, como hago siempre que llego de noche a una ciudad que no conozco. El lugar era muy cutre y ruidoso, y pasé la noche muy incómodo.
Canario
A las 7 de la mañana del día siguiente salí de allí hacia el centro en moto-taxi, el transporte más utilizado en las zonas de selva. Tiene sus ventajas e inconvenientes. Entre las ventajas destacan la rapidez, la ventilación, y el reducido espacio que ocupan. Pero los inconvenientes también son importantes, especialmente la contaminación acústica, que se multiplica por las estrechas calles. A todo esto se suma que en la selva muchos edificios no tienen ventanas, o si las tienen están abiertas día y noche, porque las temperaturas son altísimas. Es muy importante elegir bien el alojamiento, da igual que sea más bonito o más feo, pero que la ventana de a un patio trasero o a una calle en la que no haya mucho tráfico. De lo contrario es imposible descansar, es casi como estar en la calle durmiendo con todo el ruido producido por las motos.
Mototaxis
Mototaxis en las calles de Tarapoto
Me alojé muy cerca de la plaza, en la parte trasera del hostal, alejado de las motos, y aún así se escuchaban bastante y me obligaba a dormir con tapones. Sobre Tarapoto no puedo decir mucho. No es una ciudad especialmente bonita, es de un tamaño intermedio, por encima de los 100.000 habitantes, y sus gentes son muy amables, y parece que siempre están de buen humor. Tiene las ventajas de una ciudad, con tiendas, restaurantes y otros muchos servicios, pero sin el estres ni las "caras largas" de una gran ciudad.
Navegando el Huallaga
Navegando el Huallaga
Lo interesante de visitar Tarapoto es que hay muchas lugares que visitar en los alrededores. Está situada en un valle, a orillas del río Shilcayo, y completamente rodeada de campos de cultivo y zonas de selva. Yo pasé el primer día estudiando posibilidades, y finalmente decidí hacer dos excursiones.
Barcas tradicionales
Barcas tradicionales de una sola pieza de madera
La primera fue a un hotel situado en medio de la selva, desde donde se hace una incursión a una zona de bosque primario. Era la mejor excursión que ofrecían en la agencia, y la contraté con toda la ilusión del mundo. Lo venden como "full day", pero desgraciadamente no fue así. Fue uno más de los muchos engaños que hacen estas agencias. Mi paciencia en este sentido estaba llegando al límite, y finalmente explotó al salir de Tarapoto. Nos dejaron media hora tirados en medio de la carretera, en un cruce, bajo un sol abrasador. Al principio me lo tomé con calma, pero a medida que pasaban los minutos me iba cabreando cada vez más, hasta que perdí los papeles y empecé a decir de todo (menos guapo) al chofer que nos estaba haciendo esta putada.
Papaya
Papaya
Creo que es el mayor cabreo de los cinco meses que llevo de viaje, y no me gusta llegar a esta situación, pero estoy muy cansado de que me tomen el pelo, de que me digan mentiras, y de soltar el dinero por adelantado para que luego te den un servicio de mierda. Es una pena tener que cabrearse para que te tomen en serio y te traten bien. A partir de aquí todo fue como la seda, nos llevaron a un hotel precioso donde nos esperaban con unos zumos frescos. Navegamos el río Huallaga en una embarcación con capacidad para unas 10 ó 12 personas, aunque solo eramos 3 turistas. A veces daba miedo, porque el río lleva mucha agua, y hay zonas de corrientes fuertes y de rápidos. Es época de lluvias y hay zonas por las que no se atreven a pasar por el peligro que conlleva.
diegolo 243
Navegando por el río Huallaga

Nos dejaron en medio de la selva con un guía muy joven y simpático, un chico nacido en la misma selva que conoce cualquier detalle de plantas o animales que ibamos encontrando en el camino. Entre las plantas vimos la de coca, limón, café, ayahuasca (un potente alucinógeno usado por los chamanes desde hace siglos), papaya y uña de gato entre otras muchas. De los animales los que más me llamaron la atención fueron las mariposas, especialmente una de color azul cuando esta volando, y de color marrón cuando se posa. A pesar de estar más de media hora intentando fotografiarla en vuelo, finalmente me di por vencido. Es muy rápida, y su vuelo es muy cambiante e imprevisible.

Mariposa azul
Una de las mariposas azules que me torearon durante más de media hora.

Mariposa violeta

Mariposa
Planta de coca
Planta de la coca
Ayahuasca
Ayahuasca, enredadera estranguladora.
Nos dimos un baño en una pequeña cascada. Es genial estar rodeado de tanta naturaleza y belleza, en absoluta calma, sin escuchar un solo ruido, y en un grupo tan reducido de gente. Es quizás lo más parecido a lo que puedan llamar "el paraiso". Disfruté muchísimo de ese momento, y después regresamos al hotel Pumarinri, que tiene unas cabañas preciosas en una ladera de la selva. Allí probé uno de los platos típicos de la zona: mixto de cecina y chorizo, con arroz y una pasta que no conocía como guarnición. Estaba todo buenísimo, y el paisaje era inmejorable.
Baño en la selva
Baño en la selva
Desde allí hicimos un buen tramo navegando por el río Huallaga hasta llegar a la desembocadura del río Mayo en el Huallaga. Se observa perfectamente el diferente color de aguas en el punto en que se unen, por los diferentes sedimentos que arrastra cada río. Desde allí continuamos río arriba por el Mayo, hasta llegar a un punto en donde nos esparaba un coche que nos llevo de vuelta a Tarapoto. A las 15:30 estabamos en la ciudad. Eso es lo que venden como una excursión "full day" o "día completo".
Ríos Mayo y Huallaga
Desembocadura del río Mayo en el Huallaga
A pesar del cabreo, disfruté muchísimo de la experiencia, pero sinceramente me sentí muy engañado. Así que me fuí a otra agencia a contratar una excursión para el día siguiente a la catarata de Ahuashiyacu, un salto de agua de unos 35 metros de altura a unos 15 kilómetros de Tarapoto, en donde es posible bañarse y ver algunos animales (mariposas y ranas).
Rana a rayas
El guía, Otoniel, era un tío genial, y con un buen humor envidiable. Estaba todo el día de cachondeo y además sabía muchísimo sobre la selva y las culturas que han habitado esta zona desde hace siglos. Nos pegamos un baño genial, en otro de esos lugares que juraría que son el paraiso, y regresamos a Tarapoto a la hora de comer. Una excursión mucho más barata y muy recomendable.
Haciendo el Tarzán
"Otoniel de la selva", un fenómeno.
Ahuashiyacu
Catarata de Ahuasiyacu
Escarabajo verde
Lamentablemente no se puede ver todo, así que me fuí de Tarapoto con la sensación de haberme perdido muchas cosas, y también con la tristeza de no haber cumplido uno de mis sueños: continuar a Yurimaguas y desde allí navegar río abajo hasta Iquitos, ya en el Amazonas. Pero analicé la situación, vi el estado de los ríos y las fuertes corrientes, y me informé sobre los barcos que navegan desde Yurimaguas. Finalmente decidí lo más seguro: no arriesgarme y regresar a Lima, en un viaje que suele tardar 26 horas, pero que por varios contratiempos tardó más de 30. Pero llegué, que es lo importante. Y ahora pasaré aquí unos días descansando, haciendo algunas compras y decidiendo mi próxima parada.