02 abril 2011

Venturas y desventuras de un largo retorno

Tras pasar 30 horas de viaje, en Lima solo me apetecía descansar y relajarme. Incluso dí unas merecidas vacaciones a la cámara de fotos, de la que no me separo ni para dormir, jeje. Pasé tres días entre paseos, llamadas telefónicas, internet y charlas con el chico del albergue.

El martes 23  tuve la suerte de conocer en persona a Rafael y Carmen, dos grandes viajeros peruanos que conocen muy bien Sudamérica. Me llevaron a cenar anticuchos al barrio de Barranco. Pasamos una noche genial hablando de viajes y escuchando sus buenos consejos. Por cierto, los anticuchos son muy típicos en la gastronomía peruana. Son pedazos de carne de corazón de res, pinchados en una brocheta, y que están muy buenos. Me recordó un poco a los pinchos morunos que comemos en España.

Esa misma noche tuve un fuerte ataque de alergia, así que al día siguiente apenas pude hacer nada. Dormí fatal y me encontraba muy cansado. Solo había que esperar a que los medicamentos hicieran su efecto, pues no quería hacer el próximo viaje en bus en esas condiciones. Compartía habitación con 4 chicos bolivianos, fanáticos de Iron Maiden, que habían venido desde La Paz exclusivamente al concierto... ¡eso si que son fans de verdad!
La Paz y el Alto
La Paz hacia lo alto
El día 24 tomé un bus con destino a Desaguadero, junto con dos de los chicos del albergue, Marcelo y Manuel. El viaje fue bastante monótono y aburrido, y para colmo me llega un SMS anunciándome el fallecimiento de un familiar en España.  Con tantas horas para pensar, subido en un bus, sin poder hacer nada... me sentí muy mal. Y encima no podía distraerme, porque pusieron unas horribles e infumables películas de chinos. Fue un alivio llegar a la frontera, aunque ya era de noche, y no me gustaría que cerrasen y quedarme allí tirado. Crucé rapidamente casi al mismo tiempo que Manuel y Marcelo, y viajamos juntos a La Paz en una combi, de noche, y con algo de miedo por el peligro de la carretera. Los chicos me contaron que para ir a Lima tuvieron muchísima suerte. No pudieron tomar una combi porque ellos eran 4 y solo había sitio para 2. Minutos después comprobaron que la combi que no pudieron tomar se había estrellado contra un camión... y por desgracia estas cosas ocurren casi a diario.
San Francisco
Nocturna de San Francisco
Llegamos a La Paz de noche. Por suerte estaba acompañado, porque no es muy agradable andar por las calles oscuras a esas horas. Llegué al hostal donde me alojé la vez anterior, y a descansar hasta el día siguiente, que llamé a la familia para interesarme por todos en un momento tan triste. Por la tarde tuve la suerte de quedar con Manuel y Marcelo, que me llevaron al Valle de la Luna, un lugar muy bonito a las afueras de La Paz. La erosión de las lluvias y el granizo ha dado lugar a unas formaciones muy curiosas y fotogénicas. Además del paisaje, hablé mucho con mis nuevos amigos, y me sentó muy bien pasar una tarde con ellos. Tomamos un helado de canela, muy bueno, y típico de aquí.
Valle de la Luna
Valle de la Luna
El domingo me desperté con el pie izquierdo nuevamente. Quería subir al mercado del Alto, pero no me atreví a ir solo. Me encontraba muy cansado por la altura (vine del nivel del mar a casi 4000 metros), y no tenía buenas sensaciones. Sentía que los casi cinco meses de viaje estaban pasando factura, tanto fisica, como, sobre todo, mentalmente. Además el tiempo estaba lluvioso y triste. Fuí a la estación a informarme para viajar a Tarija, una ciudad al sur de Bolivia, cerca de la frontera con Argentina, y de la que hablan maravillas. 
Valle de la Luna
Curiosas formaciones en el Valle de la Luna
Al día siguiente fui a Correos de Bolivia, a poner una reclamación por el paquete que envié a España y que fué robado. De los casi 4 kg. que mandé, llegaron 700 gramos... poco más que el cartón. En contra de lo que iba pensando, me trataron estupendamente, y aunque perdí la mañana, sentí que había valido la pena, y que quizás, con suerte y paciencia, sacaría algo de todo este disgusto. Pasé la tarde entretenido, satisfecho, intentando animarme y olvidar las penas, pues al fin y al cabo, todo tiene remedio.
Calle Linares
Calle Linares, en La Paz.
Pero lamentablemente el día no había terminado. Al llegar a la habitación veo todas mis cosas por el suelo, la mochila deshecha y todo revuelto. Alguien había entrado y me había robado unas cuantas cosas de cierto valor. Me sentí fatal. Llamé a la policía, esperé una hora y nadie llegó al hostal. Así que el administrador del hostal y yo nos fuimos a una comisaría, donde no nos hicieron ni caso, porque solo atienden en horario de oficina, ¡tócate los cojones!

Pasé una noche fatal, pensando en que la puerta no fue forzada, así que el que había entrado, podría hacerlo nuevamente. Me tumbé en la cama y apenas dormí, con la navaja en la mano (por algún sitio tenía que salir el instinto del Barrio España, jeje). A las 7:00 me levanté y fuí hasta la comisaría. Me atendieron, pero con mucha lentitud. Fui paciente y constante, y finalmente enviaron a un policia al hostal. Allí nos encontramos al cabo de una hora, subió a la habitación, comprobó los inexistentes sistemas de seguridad del hostal, e hizo muchas preguntas al administrador.

Finalmente dijo que era un delito, y que tenía que llamar a la policia científica, ¡te cagas! Yo ya me metí en la película. Vinieron al cabo de una hora dos policias trajeados que daban bastante respeto (por no decir miedo), con maletines y montones de preguntas para mi y el administrador. Fueron especialmente duros con él, y a cada pregunta que le hacían, él salía por los cerros de Úbeda. Así que le dijeron: "Señor, se está acercando al fuego continuamente, y al final se va a quemar", y otras frases memorables que me recordaban películas de detectives y demás. Fue espectacular, pero yo estaba completamente acojonado, pues aquí nunca sabes por donde van a salirte.

Por suerte la jugada salió bien para mi, y conseguí una indemnización de 300 dólares por los objetos robados, y la sospecha de que el ladrón estaba en casa, es decir, que alguien del hostal había usado mi llave para robarme. Me hubiera gustado darle unas buenas hostias, la verdad, pero me hizo un favor, me quito bastante peso de la mochila, y me dió 300 dólares... ¡tampoco fue mal negocio!

Todavía con el miedo en el cuerpo me fui a la estación, pues tenía billete para Tarija a las 17:00. En un acto de masoquismo extremo, compré el asiento numero 1, el que va en la ventana panorámica delantera. El viaje fue en su mayoría nocturno y frío, y aunque daba miedo, ya me estaba acostumbrando. Pero los últimos 100 km. hasta Tarija fueron, como dice Leo Harlem: "con el culito bien apretado". Se descienden unas montañas muy elevadas hacia el valle de Tarija, por un camino de tierra lleno de curvas que miran al abismo, y a todo esto se suma que había niebla cerrada y llovizna. Pero llegamos sanos y salvos. La señora de al lado me dijo que fue gracias a Dios, así que gracias, Dios, por ser tan bueno con nosotros.

Pasé la tarde en Tarija, pero mi cabeza no estaba allí, y en lo único que pensaba era en salir de Bolivia, y en olvidarme de los últimos días cuanto antes. Así que al día siguiente me levanté muy temprano, y tras 4 horas en el bus mas cochambroso en el que he montado hasta ahora, llegué a la frontera. Por el puente iba sonriendo, como cuando sueltan a un preso de la carcel. Me sentía feliz, porque sabía que en Argentina no iba a pasar miedo en las carreteras, que es lo peor que he llevado.
Puerto de Posadas
Puerto en Posadas, al fondo se ve Encarnación (Paraguay)
Desde el puesto fronterizo tomé un bus a Aguas Blancas, a solo 5 minutos. Desde allí compré un billete para General Guemes a las 12:30. Pensé que debía comer algo, y tenía tiempo suficiente. Pero cometí un grave error. Al cruzar la frontera olvidé adelantar 1 hora el reloj, así que cuando llegué a la parada del bus, ya se había ido. Como ya me estoy acostumbrando a vivir películas, cogí un taxi, y le dije: siga el camino por donde va el bus. Y funcionó. A unos 25 km. le alcanzamos, solté una buena pasta al taxista, y continué el camino.
Catedral de Posadas
Catedral de Posadas
En Guemes espere una hora para tomar otro bus hacia Corrientes, otras 12 horas de viaje, casi todo de noche. Al llegar a Corrientes, aluciné con el río Paraná, impresionantemente grande, el más grande que he visto en mi vida. Pero al margen de esto no sentí un especial interés por quedarme allí, y me vi con fuerzas de tomar otro bus hacia Posadas, otras 4 horas de viaje, un paseo a estas alturas. Y es donde ahora me encuentro, en la región de Misiones, entusiasmado e impaciente por llegar a mi próximo destino, y uno de los grandes objetivos del viaje: las cataratas de Iguazú, mi sueño desde niño.
Mil gracias
Atardecer en Posadas. Muchas gracias a los compañeros del grupo Fotógrafos de Valladolid, por su apoyo y ánimo en los momentos dificiles.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Diego, te mando mucho animo para lo poco que ya te queda. Estamos deseando tenerte ya en casa porque se esta haciendo muy largo y encima a veces se te complican las cosas. Ten cuidado y disfruta mucho.
Muchos besos: Elena

La aventura de Pablo y Elena dijo...

Amigo mio, que pena haberte descubierto tan tarde, quiero decir, ahora que casi te vuelves. Nos hubiera encantado que nos vieramos en San Ignacio, hubiera sido genial. Te linkamos a nuestro blog y nos vamos a leer toda la parte de Bolivia, Peru y el noroeste de Argentina y Chile, para sacar provecho de tu experiencia previa, jejeje. Un saludo y nos tenemos que ver en España.
Pablo y Elena
www.laaventuradepabloyelena.blogspot.com

Anónimo dijo...

Mucho animo Diego, que llegaras sano y salvo a Valladolid, y tendremos la suerte de conocerte en persona y enriquecernos con todas tu vivencias.

Un abrazo

Atte. Antonio Torres Ochoa