19 enero 2011

Salar de Uyuni y aventura por el desierto

En Uyuni contraté un viaje de tres días por el salar y el desierto en un 4X4, la mejor y creo que la única forma de moverse por estas tierras. Ha sido una gran aventura, y aún estoy eufórico por todo lo visto y vivido en estos días pasados. Voy a intentar resumirlo lo mejor posible.

A las 10:30 del sábado subí al Toyota en el que conocí a mis compañeros de aventuras, un grupo de gente genial que ya considero mis amigos. En total 7 personas: 4 argentinos, 1 chilena, 1 boliviano (el chofer), y yo. La primera parada la hicimos en el cementerio de trenes, un lugar a las afueras de Uyuni donde las máquinas que no sirven se acumulan como chatarra oxidada. Según parece hay un proyecto para hacer un cementerio más "decente", porque este está muy descuidado y lleno de basura, y quizás nadie esperaba que fuera un atractivo turístico, pero lo es. Es un lugar genial para fotografiar.
Cementerio de trenes
Cementerio de trenes
Desde allí fuimos a Colchani, un pueblito cercano a Uyuni donde la gente trabaja en el salar, haciendo montones para que el agua vaya cayendo para abajo y quede la sal seca para poder recogerla. También se aprovecha la sal en la construcción. Se corta la capa de sal en bloques regulares, a modo de ladrillos, y con eso se construyen casas y hoteles. Dicen que es mejor aislante que el adobe, que ya es decir.

Ladrillos de sal
Ladrillos de sal

Hicimos una breve parada para ver los montones de sal, y un poco más adelante hay un lugar en el que el agua sale a la superficie del salar, formando burbujas. A esto lo llaman "Ojos del salar", y dicen que es por donde el salar respira. Es muy curioso ver agua en medio de una superficie tan árida, blanca y enorme.
Vaya personaje!
En los montones de sal de Colchani
Ojos del salar
Ojos del Salar de Uyuni.
Continuamos por dentro del salar de Uyuni, que tiene 12.000 km. cuadrados, y por momentos parece que estas en medio de la nada más absoluta. Visitamos el primer hotel construido en sal de la zona, hoy convertido en museo. Está cerca de Uyuni, y fue muy importante para el desarrollo turístico de la zona. Hoy visitan el salar más de 60.000 personas al año. Hay un monumento de sal con las banderas de muchos paises, algunas mejor conservadas que otras. De la de España solo quedaba el mastil y algún trocito de tela... muy representativo de la situación actual, jejeje.
Banderas del salar
Banderas en el hotel de sal.
Desde aquí tomamos rumbo a la Isla Incahuasi. El camino es completamente llano, y aunque hay huellas de coches, cada uno puede ir por donde quiera. Hubo una situación un poco extraña. Me daba la impresión de que el chofer estaba muy cansado y se dormía. Intenté darle conversación y ofrecerle coca, pero le veía muy cansado. Todo esto a 100 km/h por el salar de Uyuni. Por suerte no te vas a chocar con nada, porque no hay nada. Solo es posible tener un accidente con otro coche. Tengo que decir que los choferes son "superhombres", porque trabajan de sol a sol (o más) durante días y días seguidos, y además son cocineros, camareros, guías y cargadores de mochilas... en fin, una completa explotación.

Paramos a comer en medio del salar. Fue muy buena idea por el lugar en si mismo, y para calmar esos nervios que nos surgieron. Nos hicimos fotos en medio del salar, donde la perspectiva se pierde, y se puede jugar con el espacio. El resultado es este:
Gigante
Ariel con las 4 chicas.
Muñeca
Efecto muñeca.
Magia
Magia!
Después de comer continuamos el viaje hacia la Isla Incahuasi, uno de los lugares más maravillosos que jamás he visitado. Una isla en medio del enorme salar, a 100 km. de Uyuni. Incahuasi en quechua significa "casa del inca". Se encontraron restos de presencia inca en la isla, algo impensable viendo el lugar, complétamente aislado y muy alejado de cualquier población. La isla está llena de cactus gigantes, algunos milenarios.
Incahuasi
Isla Incahuasi.
En este punto sentí una pequeña decepción, ya que esperaba encontrar el salar con agua, que es mucho más espectacular. Pero este año las lluvias están llegando tarde y muy escasas, así que el salar continúa seco, algo extraño a estas alturas de enero. A pesar de esto, las vistas son espectaculares. Se pagan 15 bolivianos por entrar a un sendero que recorre la superficie, subiendo a mirador desde donde se contempla la grandeza del salar. Hay que caminar despacio, porque el punto más alto se encuentra por encima de los 3800 m., y la falta de oxigeno se acusa bastante.

Desde Incahuasi nos dirijimos a un hotel de sal. Para salir del salar hay que buscar un camino, pero para cualquier persona "normal" orientarse resulta imposible. El chofer se iba orientando por las montañas del horizonte. Llegamos a un punto donde comenzaba a haber agua, y según parece, es peligroso meter los coches modernos por ahí, porque empiezan a dar fallos electricos, y además de pueden quedar hundidos en la sal y el fango. Así que tuvimos que dar un buen rodeo, y finalmente llegamos a un pequeño pueblito llamado Santiago de Agencha, donde recientemente han abierto un hotel de sal.
El pueblo en si es encantador, porque hasta hace 4 días no ha recibido turismo, y se mantiene completamente auténtico. Incluso medio abandonado, porque muchos habitantes se han ido en busca de oportunidades en otros lugares. Aquí solo se puede cultivar quinua, un cereal parecido al arroz pero con más proteinas. Este fue nuestro menú para comer (muy rico, por cierto). Entre la quinua y las llamas la gente sobrevive como puede en estos lugares del altiplano.
Iglesia de Santiago de Agencha
Iglesia de Agencha.
El hotel estaba genial, contruido en piedra, sal, barro y paja. Eran cabañas muy bonitas, y habia un comedor grande donde comíamos con otros grupos de viajeros. La única pega fue el agua caliente, y ducharse con agua fría era todo un desafío, así que un aseo básico, y a dormir.
Cabañas de Agencha
Cabañas de Agencha, con bloques de sal.
Atardecer en Santiago de Agencha
Atardecer en Agencha.
A la mañana siguiente madrugamos para ponernos en ruta. La primera parada fue un lugar con rocas volcánicas, al que llaman "ejército de piedras". Me recordó mucho a parajes de las islas Canarias.
Ejercito de piedra
Ejercito de piedras.
Un poco más adelante hay otras formaciones muy curiosas, desde donde se contempla el imponente volcán Ollague, de 5870 metros, que sirve de frontera con Chile, y que está activo. De hecho se veía una fumarola en la parte izquierda, cerca de la cumbre.
Volcán Ollague
Volcán Ollague, con fumarola a la izquierda.
Ollague
Mirador del Ollague.
Desde aquí continuamos hacia Laguna Cañapa, donde comimos. Uno de los lugares que más me gustaron de toda la ruta. Es una laguna preciosa en la que se reflejan las montañas cercanas, y que está repleta de flamencos alimentándose en sus aguas, eso si, con un olor bastante desagradable. Allí comimos en el suelo una milanesa de pollo con vegetales. En el campo todo sabe delicioso.
Flamencos en Laguna Cañapa
Flamencos en Laguna Cañapa.
Laguna Cañapa
Laguna Cañapa... ¡espectacular!
Desde allí continuamos el camino hacia otras lagunas: Hedionda, Chacota, Onda... todas muy bonitas. Hicimos breves paradas hasta llegar a uno de los puntos más altos de toda la ruta, a más de 5000 metros de altura, para contemplar el mirador de un cerro con siete colores (como en el pueblo argentino de Purmamarca, pero mucho más grande). Allí apenas paramos 5 minutos, porque la altura se acusa bastante.
Cerro de colores
A 5000 metros, al fondo cerro de siete colores.
Descendimos al desierto de Siloli, donde se encuentra una formación que llaman "árbol de roca", y que recuerda mucho a algún cuadro de Salvador Dalí. A esta zona ya se la considera perteneciente al Desierto de Atacama, el más seco del mundo.
Arbol de piedra
En el arbol de piedra.
Más adelante se llega a la entrada de la Reserva de Fauna Andina Eduardo Avaroa, donde se pagan 150 bolivianos por entrar, y donde se encuentra la Laguna Colorada, que fue propuesta para pertenecer a una de las nuevas 7 maravillas naturales del mundo. Además de ser colorada, como su nombre indica, hay muchísimos flamencos, que se alimentan de las algas rojizas que dan color al agua. En torno a la laguna hay mucho borax, una sustancia blanquecina y polvorienta con la que se fabrican detergentes. Toda esta zona de las salinas bolivianas y el desierto de Atacama contiene mucho borax.
Laguna Colorada
Laguna Colorada
4X4 en el desierto
El 4X4 en el desierto.
Fuerte viento en Laguna Colorada
En el mirador sobre Laguna Colorada, con un viento fortísimo.
Cerca de la Laguna Colorada hay un refugio en donde cenamos y dormimos, a 4300 metros de altura. Nos acostamos muy pronto, bastante cansados. Yo me desperté a la media noche con un fuerte dolor de cabeza y ligeros mareos. Seguramente fue por el mal de altura, y la verdad que no pude descansar bien, y por la mañana me encontraba bastante jodido. Algo normal por otra parte, pues tuvimos que levantarnos a las 4:00 para subir al coche sin desayunar, rumbo a los 5000 metros de altura.

La noche en el desierto era espectacular y muy fría. El cielo estaba repleto de estrellas, y la luna no se veía a esa hora, así que la oscuridad era completa. Avanzar en esas condiciones por el desierto me gustó muchísimo, a pesar del sueño y del apunamiento. Se veía muy a lo lejos, en el horizonte, una fuerte tormenta eléctrica que de vez en cuando iluminaba el cielo.
Geyser
Geysers.
La primera parada del día, al amanecer, fue en unos geysers espectaculares que hay a casi 5000 metros de altura. Contemplar aquel espectáculo natural con la luz que había fue indescriptible. Tan solo las fotos dan una ligera idea, y solo por eso ya mereció la pena el madrugón. Nos acercamos bastante a los geysers, y se podían escuchar pequeñas explosiones del interior de la tierra. El olor a azufre era bastante fuerte y hacía mucho frío.
En los geysers
En el geyser a bajo cero... y con las botas blancas del borax.
Amanecer en los geysers
Amanecer en los geysers.
Desde allí, contemplando como el sol iba asomando por el horizonte, nos dirijimos a uno de los lugares que más nos gustó a todos: las termas de Polques. Ni que decir tiene que llevabamos dos días en el desierto sin tomar una ducha, llenos de polvo (a veces incluso se nos ponía el pelo blanco del polvo de borax), y solo por poder meternos en el agua ya era como una recompensa. El problema era el frío, pero que coño, un tío que se ha bañado en el Boedo por la noche no puedo acojonarse por eso, así que me quité la ropa y ¡al agua!

El baño me sentó genial, y me quitó el dolor de cabeza, el apunamiento, y toda la suciedad acumulada durante los dos días anteriores. Todos salimos muy contentos, porque además nos esperaba un buen desayuno. Durante los tres días, en estos momentos en los que estoy disfrutando con mis compañeros del viaje, nuestro querido chofer estaba trabajando, preparando el desayuno, la comida, o la mesa. Un trabajo impagable que de alguna manera quisimos agradecer con una propina. Me dió apuro preguntar el sueldo, pero sospecho que estarán mal pagados.
Llamas
Llamas en Polques, al lado de las termas.
Con la panza llena y limpios, nos dirijimos a un lugar cercano que llaman "desierto de Dalí", por las formaciones rocosas que hay, y que se parecen mucho a algunas obras del pintor surrealista. La verdad que todos los paisajes que contemplé durante estos tres días fueron bastante surrealistas.
Desierto de Dalí
Desierto de Dalí.
Mis nuevos amigos viajeros
El grupo con el Lincancabur y la Laguna Verde de fondo.
Desde allí fuimos a la Laguna Verde, aunque por desgracia no estaba muy verde. Para que cambie de color es necesario que sople el viento y agite sus aguas, y así sus sedimentos se muevan y brille el color turquesa, pero esa mañana el viento no soplaba (por suerte para nosotros, porque salir de las termas con viento frío tiene que ser lo peor). Aún así las vistas son fantásticas, con el volcán Licancabur de fondo, con sus imponentes casi 6000 metros de altura, frontera natural entre Bolivia y Chile.
En este punto se está a muy pocos kilómetros de la frontera chilena, y muy cerca de San Pedro de Atacama, quizás uno de los lugares más visitados de Chile. Nos acercamos a la frontera para despedir a dos compañeras argentinas de viaje, que continuaban hasta allí, e iniciamos el camino de vuelta a Uyuni, que fue muy largo y cansado, por caminos polvorientos a veces en muy mal estado.
Frontera desértica Bolivia-Chile
Frontera entre Bolivia y Chile, en pleno desierto de Atacama.
Paramos a comer en Villamar, un pequeño pueblo en un vallecito muy bonito y verde, donde cientos de llamas pastan a sus anchas.
Un pucelano entre llamas
En Villamar, entre llamas.
Desde allí continuamos el camino hacia el Valle de rocas, donde hicimos otra breve parada para descansar y afrontar la última parte del viaje, parando en San Cristobal y finalmente llegando a Uyuni completamente agotados, llenos de polvo y sucios. Allí me despedí de mis compañeros, y busqué un hostal donde darme una buena ducha y descansar de una de las mayores aventuras que seguramente haré en toda mi vida, y que recordaré para siempre.
Valle de Rocas
Valle de Rocas.

Haciendo click sobre cualquier foto se puede ver mi galeria en Flickr, donde hay alguna foto. Muchas gracias a mis nuevos amigos Ever, Ariel, Magalí, Cecilia, Candelaria y Carolina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una pasada primo, vallisoletano por el mundo en llamas jejejeje, muy buenas las fotos y la descripcion del lugar. Q jodiooooo iuuuuuuuu

Anónimo dijo...

Que psada de fotos ,no nos estaña k estes disfrutando ,muy buena la de la camiseta del pucela y las llamas
Besos hijo