19 marzo 2015

Recuerdos de Túnez

Después de mucho tiempo sin escribir en el blog, hoy siento la necesidad de recordar mi viaje a Túnez. Lo que ha ocurrido es horrible, pero no hay que quedarse con un hecho muy puntual y aislado de un país que me parece increíble, tanto por su belleza como por la calidez y simpatía de sus gentes.

Se que las cosas han cambiado mucho desde que yo lo visité en 2008. El país se encontraba maniatado con una dictadura que parecía eterna, y sus gentes parecían sentir mucho respeto (por no decir miedo) al hablar de política o de temas que podían resultar incómodos.

Es el único país musulmán que he visitado, y el viaje más improvisado que he hecho en mi vida. Pero las cosas improvisadas suelen salir bien, así que en cuestión de días mi amiga Oli y yo hicimos la maleta y nos fuimos a Tunez, en invierno, y a un precio increible.
Una vez allí decidimos buscarnos la vida por nuestra cuenta, pues hacer excursiones organizadas te permite ver muchos lugares, pero de una forma muy turística, y siempre muy rápido. Queríamos ver lo auténtico de Túnez, viajar sin prisa y parar donde quisiéramos. En el hotel conocimos a Sheyla y Cris, y entre todos nos alquilamos un coche con chofer tunecino para conocer Sidi Bou Said, las ruinas de Cartago, y la capital, Túnez.

Sidi Bou Said es un pueblo que está muy cerca de la capital, en plena costa norte tunecina. Su encanto reside en sus calles y en sus preciosas vistas al mar y a la bahía de Túnez. Desde allí se pueden ver las imponentes instalaciones del palacio presidencial, al lado del mar y de las ruinas de Cartago.

Una de las características de este pueblo es que sus calles son blancas, y sus ventanas y puertas azules. Según dicen, el blanco para evitar el calor del verano, y el azul para repeler los mosquitos. 
   



    
Después nos fuimos unos kilómetros hacia el sur, a ver las ruinas de Cartago, muy interesantes, pero requieren muchísimo tiempo para verlas a fondo. Son una ruinas enormes, sin edificios en pie, solo restos de construcciones, así que al que no le gusten mucho las piedras le puede parecer aburrido. El complejo de Cartago es gigantesco, y de un lugar a otro hay que desplazarse en coche.


Y después de visitar las ruinas, nos dirigimos a la capital, Túnez, a despedir el día. Paseamos por el zoco y pudimos disfrutar de la amabilidad de los vendedores, pues el primer día del viaje entramos en la medina de Hammamet, donde nos alojábamos, y es un auténtico coto de caza para turistas, con vendedores que se te echan encima e intentan meterte en su tienda de cualquier manera. Comprobamos que en zonas muy turísticas, la competencia es bestial, y los vendedores son mucho más agresivos y directos que en lugares más tranquilos. En la capital ir de compras es muy cómodo y agradable, y nos sentimos mucho más tranquilos.

Con el chofer quedamos tan encantados que le propusimos hacer una excursión de dos días por el desierto, en el sur del país, y aceptó encantado. Acordamos el precio en 300 dinares, que es casi el sueldo de un mes. Y a la mañana siguiente nos fuimos hacia el sur. La primera parada fue Kairuán, con su impresionante mezquita, Patrimonio de la Humanidad.



En Kairuan hay mucho que ver y visitar, pero no queríamos perder demasiado tiempo, así que tras visitar una fábrica de alfombras artesanales y un lugar donde hacían unos dulces tradicionales riquísimos, nos subimos al coche para seguir nuestro camino hacia Tozeur.

Nuestra siguiente parada fue para comer en una ciudad llamada Gafsa, sin ningún interés particular. Aprovechamos para cambiar dinero e intentar comprar cerveza en un supermercado (algo imposible).

Seguimos nuestro camino hacia Tozeur, donde llegamos casi al anochecer. Nos paró la policía a la entrada del pueblo para un control rutinario. Luego visitamos un parque temático sobre la historia de la humanidad o algo parecido. En Tozeur hay un palmeral enorme, y pudimos ver como trabajaba un artesano la madera de palma, es increíble. Hacía todo tipo de muebles y adornos con madera y hojas de palma, y además muy resistentes. Le compramos unas cuantas cosas y nos fuimos a tomar un te, algo que no resulta sencillo cuando van 3 mujeres. Muchos bares y teterías no aceptan mujeres, pero en Tozeur nos metimos en uno donde las únicas chicas eran mis amigas. No hubo ningún problema, salvo alguna mirada curiosa. Nos tomamos un te con piñones y nos fumamos una shisha antes de dormir. La noche estaba despejada y el cielo estaba repleto de estrellas gigantes... era espectacular.

Tras una noche en vela por culpa del intenso frío, nos despertamos muy temprano dispuestos a alquilar unos camellos y ver el amanecer en el desierto. En Tozeur es un poco dificil alquilar camellos, pero gracias a nuestro chofer tunecino, lo conseguimos a buen precio. Dos hombres bereber nos llevaron fuera de la ciudad, y allí estaba el Sahara.





Tras dos horas en camello, paramos en una cabaña en medio del desierto, donde vivía una familia bereber. Allí nos invitaron a un te y a comer una especie de torta de pan recién hecha al fuego, y nos enseñaron su forma de vida. Parece increíble que vivan allí, en medio del desierto, en medio de la nada. Tenían algunos animales y poco más, pero parecían felices. Tras esta pausa, reanudamos nuestro camino en camello hacia el lago salado, un lugar donde la mirada se pierde en el infinito.

Después de 5 horas en camello, regresamos a Tozeur a por el coche, y nos dirigimos hacia Douz, atravesando el lago salado por una carretera. Es recomendable parar un rato al lado del lago y disfrutar de las vistas y la tranquilidad de este lugar.

Al llegar a Douz, buscamos un lugar donde comer, y nuestro chofer se hizo amigo del dueño del sitio, Alí, un tío muy majete. Al salir de comer Alí nos estaba esperando en su coche para llevarnos a la puerta del Sahara. En el coche montamos una fiesta con la música y unas risas, fue una bobada, pero sin duda el momento más divertido del viaje.

Al regreso hubo momentos no tan divertidos. El chofer estaba muy cansado y me tocó llevar el coche durante varios cientos de kilómetros, y lo peor de todo, por la noche. La forma de conducir no tiene nada que ver con lo que yo estaba acostumbrado, y recuerdo ir muy tenso al volante. Los camiones se adelantan unos a otros en carreteras estrechas sin apenas visibilidad, y dan continuas ráfagas con las luces largas que te van cegando continuamente.

Tuvimos la mala suerte de ver un accidente de camión que había ocurrido muy pocos minutos antes de llegar nosotros, y se te pone un nudo en el estómago. Poco después se encendió el indicador de que la gasolina se estaba acabando. Nuestro guía Hamad me dijo que llegábamos al hotel de sobra... hasta que se acabó la gasolina en medio de la nada y nos quedamos tirados. Me pillé un cabreo impresionante. Era de noche, y empezaba a llover. Hamad paró un coche y se subió en él en busca de gasolina, y yo me quedé con las tres chicas esperándole. 

Al rato paró la policía, y no nos entendíamos. Solo a través de gestos les explicamos que se había acabado la gasolina y que Hamad fue a buscar más. Yo no tenía ni idea de lo que estaban pensando, estaba bastante acojonado. Pero nuestro guía no tardó en regresar y conseguimos llegar al hotel sanos y salvos, aunque muy cansados de tantas horas de coche.

Algo muy curioso fue visitar unos baños termales, conocidos como "hammans". Quise visitar un auténtico hamman donde no entrasen los turistas, y viví situaciones incómodas, empezando por ir preparado, sin bañador. Los dueños del hamman me ofrecieron uno con pinta de estar bastante usado que yo rechacé. Así que decidí entrar en calzoncillos... menudo cante! Todos los hombres me miraban sorprendidos y yo no sabía donde meterme.

Hay diferentes habitaciones con baños de vapor, con mucha gente que pasa a tu lado sin apenas espacio. Y después de más de media hora de espera llega el momento cumbre. Una especie de baño y masaje que te realiza un hombre subido encima tuyo mientras tu permaneces tumbado en el suelo. Te echa varios cubos de agua por encima y te frota con algo parecido a un guante de esparto que te rasca la piel muerta hasta quitártela. Es algo un poco asqueroso, pero una vivencia que nunca voy a olvidar.

Y bueno, he intentado recordar lo que me pareció más interesante del viaje. Se que me habré olvidado muchas otras cosas destacables, como la deliciosa gastronomía. Recuerdo haber comido un cous-cous delicioso en Gafsa, y que no fuimos capaces de terminar porque era un plato enorme. 

Siento mucho el daño que el atentado terrorista va a hacer al turismo en Túnez, porque es un país muy interesante y cercano, y sus gentes me parecen encantadoras.

Y desde aquí quiero mostrar mi condena y mi pésame a las familias afectadas por esta tragedia.



No hay comentarios: